Laura A. García
El Buen Tono
Amatlán.- El todavía alcalde, Luis Arturo Figueroa Vargas, mintió a los habitantes de Paraje Nuevo en el sentido de que ayer les restablecería el servicio de agua potable, porque los grifos siguen vacíos.
Los afectados refirieron que la promesa que les hizo fue clara y pública; sin embargo, fue uno más de sus engaños.
Denunciaron que la interrupción del servicio lleva un mes, por lo que siguen a la espera de que se les restablezca.
La falta de palabra del edil aumentó la frustración y la desconfianza de los ciudadanos hacia su gobierno.
Como se recordará, el pasado jueves, Figueroa Vargas se presentó en la congregación para detener la manifestación que un grupo de ciudadanos preparaba, a fin de protestar por la crítica falta de suministro, la cual afectó a la localidad por un periodo que calculan entre 25 y 30 días.
Ante el descontento ciudadano, el funcionario ofreció una solución tangible y con una fecha límite, el servicio se normalizaría ayer.
Su compromiso buscó, en ese momento, calmar los ánimos y ofrecer una pronta solución a una necesidad básica. Pero, la realidad fue otra. “Nos dio su palabra, nos ilusionó. Pensamos que por fin el presidente nos tomaría en serio. Pero hoy sábado (ayer), seguimos igual o peor, porque ahora nos sentimos burlados”, declaró una de las vecinas afectadas.
La congregación, que depende de pipas y acarreo de agua de pozos particulares para sus actividades más esenciales, ve cómo el plazo fijado por la autoridad municipal expiró sin que se concretara la solución.
Las autoridades no explicaron las razones del retraso en el restablecimiento del servicio, ni ofrecieron una nueva fecha estimada para la solución del problema.
Este episodio profundiza la crisis por la falta de agua, pero también erosiona la credibilidad de la administración local.
Para los habitantes de Paraje Nuevo, el incumplimiento es interpretado como una muestra dilatoria para desmovilizar la protesta social sin la intención real de resolver el problema de fondo.
La situación deja en evidencia la vulnerabilidad de una comunidad que lucha por un servicio básico y la fragilidad de las promesas gubernamentales.
Mientras el ayuntamiento guarda silencio, la paciencia de los ciudadanos se agota, y con ella, la confianza en que su gobierno trabaje para resolver sus carencias más urgentes.


