AGENCIA
Nacional.- Andrés Manuel López Beltrán vuelve a colocarse en el foco público, esta vez por un intento fallido -y revelador- de controlar su imagen en un vuelo comercial. Un episodio menor en apariencia, pero que exhibe el profundo desgaste que enfrenta el hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador para reconciliar su vida personal con el discurso de austeridad que la 4T presume como estandarte.
Según la columna Bajo Reserva de El Universal, el secretario de Organización de Morena viajó desde Cancún a la Ciudad de México tras encabezar actividades partidistas en la región. Lo que llamó la atención no fue su agenda política, sino el comportamiento de su equipo: antes del despegue, sus acompañantes pidieron al personal de Aeroméxico que impidieran que los pasajeros tomaran fotos o videos de ‘Andy’. Incluso, un sobrecargo habría reprendido a un pasajero que comenzó a grabarlo.
Un gesto de control poco común para un personaje que, en teoría, representa un movimiento que presume transparencia, cercanía y sencillez. Pero en el caso de López Beltrán, la narrativa ya hace tiempo dejó de coincidir con las imágenes.
Lujos que contradicen el discurso
La lista de polémicas que arrastra ‘Andy’ no es menor. Las fotografías filtradas de su desayuno en el exclusivo hotel The Okura en Tokio, así como su presencia en la boutique de Prada en el barrio de Aoyama, fueron suficientes para poner en entredicho la “justa medianía” que pregona la Cuarta Transformación.
A ello se suma la investigación de Latinus que reveló la adquisición de una obra de Yayoi Kusama por 30 mil dólares -más de medio millón de pesos-, una compra difícil de justificar para un dirigente que, al menos en el discurso, pertenece a un movimiento que rechaza el lujo y el derroche.
Una imagen pública cada vez más deteriorada
El episodio del vuelo no es anecdótico: Es sintomático. López Beltrán intenta blindarse de las cámaras porque sabe que cada imagen divulgada profundiza la fractura entre su estilo de vida y el proyecto político que dice representar.
Mientras Morena insiste en mostrarse como un movimiento austero y cercano al pueblo, la conducta del hijo del exmandatario alimenta la percepción de privilegios, contradicciones y un doble estándar que erosiona la credibilidad del partido.
Y si algo queda claro, es que la batalla de ‘Andy’ no es solo contra los reflectores, sino contra una realidad que ya lo alcanzó: su propia vida contradice el discurso que busca sostener.


