AGENCIA
Nacional.- Todos los días, miles de automovilistas y transportistas recorren las carreteras federales convencidos de que viajan bajo vigilancia institucional. Sin embargo, la realidad contradice la narrativa oficial. Pese a la constante presencia de la Guardia Nacional, los operativos visibles y los puntos de control, los robos a transporte, los bloqueos y las extorsiones persisten, alimentando la percepción de que la seguridad en las rutas del país funciona más como escenografía que como estrategia.
La paradoja es evidente: México cuenta hoy con más instituciones destinadas a proteger a los viajeros que en décadas anteriores, pero experimenta una menor sensación de seguridad. De fondo persiste un modelo que confunde ocupación territorial con prevención eficaz, y un enfoque que inserta a fuerzas con perfil militar en tareas policiales especializadas sin el entrenamiento ni la estructura adecuados.
La Guardia Nacional fue creada como una fuerza de seguridad nacional con formación táctica y visión de combate. Pero vigilar carreteras es un ejercicio distinto: Requiere conocimiento de rutas, detección de irregularidades, proximidad ciudadana y protocolos de atención. Especialistas y transportistas coinciden en que esta falta de perfiles adecuados explica, en gran parte, la ausencia de resultados contundentes en la reducción del delito en carreteras federales.
A esta brecha se suma la simulación: Puestos de revisión sin personal, patrullas inactivas y siluetas iluminadas diseñadas para disuadir al crimen organizado. Esta política de bajo costo, adoptada en varias entidades, ha tenido el efecto contrario. Los criminales interpretan estas señales como evidencia del debilitamiento del Estado, mientras que los conductores bajan la guardia al creer que existe vigilancia donde solo hay apariencia.
En paralelo, las tecnologías que podrían transformar la realidad de las carreteras -desde reconocimiento de placas hasta sistemas de monitoreo en tiempo real- operan con baja cobertura y coordinación. Expertos señalan que la desaparición de la Policía Federal de Caminos dejó un vacío de inteligencia territorial que no ha sido reemplazado. La combinación de tecnología con conocimiento de rutas y presencia profesional era un modelo que ofrecía resultados medibles.
Transportistas y especialistas han planteado alternativas: Un cuerpo especializado de vigilancia carretera con perfiles policiales, uso obligatorio de tecnologías de reconocimiento, coordinación federal-estatal, capacitación privada y plataformas ciudadanas de reporte con respuesta garantizada. No se trata de privatizar la seguridad ni de replicar modelos pasados sin evaluación, sino de recuperar lo que funcionó y actualizarlo a las necesidades actuales.
México enfrenta una disyuntiva: Continuar con una estrategia basada en símbolos que tranquilizan pero no protegen, o aplicar un modelo que exija profesionalización, corresponsabilidad y tecnología al servicio de la prevención. Las carreteras seguirán siendo rutas estratégicas para el comercio, el turismo y la movilidad nacional.
Sin cambios de fondo, también seguirán siendo territorio fértil para el delito. El país ya conoce las consecuencias de la simulación; ahora necesita probar los resultados de la vigilancia real.


