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La Virgen de Guadalupe, mucho más que fe: Un símbolo que une a México

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AGENCIA

Nacional.- La frase popular dice: Quizá no todos los mexicanos son católicos, pero sí guadalupanos. En un país de más de 130 millones de habitantes, la Virgen de Guadalupe se ha convertido en un elemento que trasciende los templos, los rezos y las celebraciones religiosas. Es un símbolo de identidad profundamente arraigado en la vida nacional.

Nydia Rodríguez, directora del Museo de la Basílica de Guadalupe, resume esa fuerza cultural: “Con el surgimiento del México independiente se asienta como una figura no solamente religiosa, sino como de identidad”. Cada 12 de diciembre, más de 12 millones de peregrinos llegan al recinto guadalupano en la Ciudad de México, convirtiéndolo en uno de los centros de fe más concurridos del mundo.

A pesar de que el escudo nacional está encabezado por el águila y la serpiente, es común ver esa imagen acompañada por estandartes guadalupanos, retratos y símbolos que combinan patria y devoción. Rodríguez lo explica así: “México es un Estado laico, pero hay que comprender que su historia siempre ha sido religiosa”. En ese cruce entre lo prehispánico y lo español, surgió un punto de encuentro que marcó a generaciones.

Entre las piezas más llamativas del museo destaca la llamada Virgen del Congreso, una pintura del siglo XIX ofrecida al primer Congreso Constituyente del país. Resguardada entre dos águilas, la imagen recuerda cómo incluso las instituciones políticas acudieron a la figura guadalupana para legitimar su origen y su autoridad.

El origen que mueve la fe

Para la Iglesia católica, la historia de la Virgen de Guadalupe es un milagro que se remonta a 1531, cuando, según la tradición, la Virgen María se apareció al indígena Juan Diego en el cerro del Tepeyac. La leyenda narra que él llevó flores dentro de su tilma para convencer al obispo incrédulo; al dejarlas caer, la imagen guadalupana quedó impresa de manera inexplicable.

Esa tela es hoy el corazón de la Basílica. Millones viajan desde distintos lugares del país y del extranjero para agradecer favores y compartir testimonios. Uno de ellos es el de Teresa Morales, una mujer de 85 años que acudió recientemente con su hija. Relató que sufría un fuerte dolor de rodilla que casi no le permitía caminar, pero tras rezar ante una imagen de la Virgen en su casa, el malestar desapareció. “El otro día me vine a confesar y me dijo el padre que esto lo tenía que contar”, recordó emocionada. “Para que vean que sus milagros sí existen”.

La fuerza cívica y nacional

La Virgen de Guadalupe también ha sido un motor político y social. Desde inicios del movimiento de Independencia en 1810, su imagen estuvo al frente de las luchas. El sacerdote Miguel Hidalgo, hoy considerado padre de la patria, tomó un óleo guadalupano de un templo y lo convirtió en estandarte insurgente. Para muchos, ese gesto fue determinante: “El señor cura nos está llevando contra el mal gobierno”, explica el historiador Salvador Rueda. “¿Y por qué lo siguen? Porque la Virgen de Guadalupe nos representa a todos”.

El Museo Nacional de Historia muestra cómo su presencia pasó de los templos a los momentos decisivos de la vida pública: joyería, murales modernos, medallas imperiales y símbolos militares. La dualidad es evidente. Ante una de las primeras pinturas guadalupanas, muchos visitantes se persignan; pero cuando llegan al estandarte de Hidalgo, la reacción cambia. “Una es de devoción”, dice Rueda. “La otra es una bandera”.

Esa fuerza también estuvo presente en otros movimientos como el de los cristeros y los zapatistas, que utilizaron la imagen de la Virgen para cohesionar a sus seguidores y dar sentido a sus causas. Con el tiempo, la devoción se transformó en un símbolo nacional que no distingue credos. Para Rueda, la discusión sobre si la tilma es milagrosa o una obra artística no es lo esencial. “¿Qué importa si la Virgen se apareció o no?”, reflexiona. “Es parte de la realidad y de la historia porque conforma todo un mundo”.

Hoy, la Virgen de Guadalupe sigue presente en hogares, comercios, plazas públicas y discusiones académicas. Un símbolo que, más allá de la fe, acompaña la memoria colectiva, la historia y la identidad mexicana.

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