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Contralor, títere de Manuel Alonso; los amigos de Luis Abella son la misma mugre

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DE LA REDACCIÓN
EL BUEN TONO

CÓRDOBA.- En Córdoba no cambia nada: solo cambian los nombres de los contralores, pero la corrupción permanece. Tanto el actual contralor Lauro Ramos Olmos como el contralor designado para la próxima administración, Juan Vicente Álvarez Reyes, son piezas del engranaje manejado por la dupla que compra y controla voluntades: Luis Abella Alvarado y Manuel Alonso Cerezo.
Ambos, venidos de entornos marcados por opacidad, llegan a la Contraloría municipal no para vigilar, sino para proteger.

Ramos: cuatro años cobrando millones
Durante cuatro años, Lauro Ramos Olmos cobró 93 mil 646 pesos mensuales, acumulando más de 4.4 millones de pesos por una labor inexistente.
Su paso por la Contraloría fue simulación: No citó a un solo exfuncionario, no hizo ninguna investigación, no frenó ningún desfalco, no recuperó ni un peso del daño patrimonial denunciado.
Se limitó a obedecer a su jefe político, el alcalde Juan Martínez, y a proteger los intereses del círculo de Luis Abella. Su silencio permitió que el saqueo continuara, convirtiéndolo en cómplice directo.
Aún peor: prometía repetir en el cargo, como si su inutilidad fuera un mérito. Pero su “trabajo” solo consistió en blindar a los corruptos.
Álvarez: de una
corrupción a otra
La próxima administración inicia hundida antes de arrancar. Manuel Alonso Cerezo y su operador Luis Abella colocaron como futuro contralor a Juan Vicente Álvarez Reyes, un personaje que viene de varios señalamientos de corrupción cuando trabajaba en el IMSS, saliendo por la puerta de atrás.
Actualmente, enfrenta un proceso laboral, pero aun así fue premiado con la oficina encargada de fiscalizar la administración municipal.
Álvarez Reyes no llega a vigilar: llega a obedecer. Llega para garantizar que nada se investigue y que los acuerdos internos —los que mantienen a esta élite en el poder— permanezcan intocables.
El patrón se repite: Tanto Ramos como Álvarez pertenecen al mismo ecosistema político: Uno protegido por el alcalde saliente y el otro colocado por la dupla Abella–Alonso, ambos cortados con la misma tijera y formados en instituciones señaladas como de las más corruptas del país.
Lauro Ramos y Juan Vicente Álvarez son, en esencia, la misma mugre: un relevo sin cambio, una continuidad del saqueo.

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