Agencias
México.- En la frontera más transitada del mundo, con más de 50 millones de cruces anuales entre Tijuana y San Diego, el Cross Border Xpress (CBX) se ha consolidado como una solución eficiente, aunque claramente selectiva, para cruzar entre México y Estados Unidos sin filas interminables ni incertidumbre migratoria… siempre y cuando se viaje en avión y se pueda pagar el acceso.
A una década de su apertura, el CBX presume casi 29.5 millones de usuarios, un crecimiento 25% superior a lo proyectado originalmente. Su director, Jorge Goytortúa, destacó que el flujo pasó de 1.3 millones de pasajeros en su primer año a más de 4 millones anuales tras la pandemia, cifras que contrastan con los cruces tradicionales, donde miles de personas siguen esperando horas —o días— para atravesar la frontera.
El impacto del CBX en el Aeropuerto Internacional de Tijuana es innegable: de atender poco menos de 5 millones de pasajeros al año pasó a superar los 13 millones, con un crecimiento promedio anual de 11%, algo poco común a nivel mundial. El beneficio económico, estimado en 1.5 billones de dólares anuales, confirma que la movilidad eficiente sí es posible… pero principalmente para quienes forman parte del flujo aéreo binacional.
El 70% de los usuarios del CBX son residentes estadounidenses, sobre todo de California, y aproximadamente la mitad de los mexicanos que visitan ese estado utilizan este cruce, lo que refuerza su papel estratégico, aunque también evidencia una frontera cada vez más desigual: rápida y moderna para algunos, lenta y saturada para la mayoría.
Con inversiones superiores a 100 millones de dólares en los últimos cinco años y sistemas automatizados que reducen tiempos de espera, el CBX avanza hacia su meta de 8 millones de usuarios en 2036. Mientras tanto, el éxito del proyecto deja una pregunta incómoda: si la tecnología y la eficiencia existen, ¿por qué solo aplican cuando el cruce es negocio y no cuando se trata del tránsito cotidiano de millones de personas?


