

De la redacción
El Buen Tono
Córdoba, Ver.— La jornada electoral de este domingo dejó un mensaje contundente en Córdoba: la mayoría de los ciudadanos prefirió no votar. Con una participación que ronda apenas el 20%, el verdadero ganador fue el abstencionismo, alimentado por el hartazgo social y la profunda decepción hacia los gobiernos recientes, en particular el de Morena, que prometió transformación, pero entregó más de lo mismo.
Durante todo el día, las casillas lucieron desiertas. Las únicas filas que se registraron fueron provocadas por la desorganización en la elección simultánea de magistrados y jueces, lo que retrasó la votación en varios puntos. Sin embargo, el flujo ciudadano fue escaso. Antes del cierre oficial, muchos centros de votación ya estaban vacíos. El desinterés fue masivo y evidente.
Este nivel de abstención no surgió por apatía, sino por rechazo consciente. Tras años de gobiernos encabezados por personajes como Leticia López Landero, Tomás Ríos Bernal y Juan Martínez Flores, la población simplemente dejó de creer. Corrupción, obras inservibles, abandono institucional y enriquecimiento ilícito han sido los sellos de las últimas administraciones. Y Morena, lejos de ofrecer una alternativa, optó por reciclar estructuras y pactar con los mismos grupos de poder.
A pesar de ello, el candidato de Morena se apresuró a declararse ganador de la contienda, ignorando que el verdadero dato clave no está en el resultado de los votos contados, sino en los que nunca llegaron. Con un abstencionismo que rebasa el 80%, cualquier victoria pierde legitimidad.
La elección en Córdoba deja una lección amarga: cuando la democracia es manipulada, la respuesta del pueblo es la ausencia. La ciudadanía no encontró opciones que representaran un cambio real y prefirió no participar en lo que muchos consideran un simulacro electoral.
