El actual tetracampeón mundial de Fórmula 1, Max Verstappen, sorprendió a la comunidad del automovilismo al reconocer públicamente que la frustración fue el detonante del controvertido incidente con George Russell en las últimas vueltas del Gran Premio de España.
Todo ocurrió tras el relanzamiento de la carrera a cinco vueltas del final, luego de un ‘Safety Car’ que reagrupó al pelotón. Verstappen, que había perdido la tercera posición ante Charles Leclerc, trató de defender su lugar frente al Mercedes del británico Russell, pero terminó fuera de pista y protagonizando un contacto polémico.
Según Red Bull, Verstappen recibió la orden de devolver la posición a Russell, y aunque el neerlandés parecía acatarla al frenar ligeramente en una curva, repentinamente aceleró justo cuando Russell intentaba adelantar, lo que derivó en el impacto entre ambos monoplazas.
El resultado: una penalización de 10 segundos, que lo relegó del quinto al décimo lugar, además de la pérdida de tres puntos en su licencia de piloto, dejándolo al borde de una sanción más severa: con solo un punto más podría perderse una carrera.
A través de sus redes sociales, Verstappen hizo una inusual autocrítica:
“Nuestra elección de neumáticos al final de carrera y algunas maniobras tras la reanudación alimentaron mi frustración, llevándome a una maniobra que fue inapropiada y no tuvo que haber ocurrido. Siempre doy el máximo por el equipo y las emociones pueden subir demasiado”.
El gesto del neerlandés de admitir su error ha generado opiniones divididas entre los fanáticos, en un deporte donde el carácter y la adrenalina muchas veces se cruzan en el camino de la estrategia y la deportividad.
¿Debe la FIA tomar medidas más severas? ¿O es suficiente con el reconocimiento público de un piloto que rara vez da marcha atrás?
