

AGENCIA
España.- En un rincón remoto del Pirineo aragonés, entre los límites de Huesca y Lérida, se alza una maravilla natural que parece obra de una antigua civilización: La Muralla de Finestres. Esta formación geológica única, ubicada en la comarca de La Ribagorza, está compuesta por dos largas filas de rocas calizas que emergen en vertical como enormes cuchillas sobre las aguas turquesas del embalse de Canelles.
Apodada “la Muralla China de Huesca” por su parecido con los tramos montañosos de la muralla asiática, Finestres sigue siendo un secreto bien guardado. Entre las impresionantes rocas se esconden las ruinas de un castillo medieval y una ermita románica del siglo XI, construcciones que parecen mimetizarse con la montaña. Este enclave fue parte de un sistema defensivo clave durante la reconquista cristiana, impulsado por el noble Arnau Mir de Tost.
Hoy, Finestres es un paraje casi inaccesible: No hay caminos pavimentados ni servicios turísticos. Para llegar, es necesario recorrer unos 12 kilómetros desde el pueblo abandonado de Estopiñán del Castillo, ya sea en 4×4, a pie o incluso en kayak bordeando el embalse. La experiencia es exigente, pero profundamente gratificante: El paisaje ofrece una sensación de descubrimiento y aislamiento que rara vez se encuentra en rutas turísticas convencionales.
Además de su historia y belleza, la muralla natural ha captado la atención de geólogos europeos por sus formaciones en zigzag, producto de presiones tectónicas milenarias. Esta perfección geométrica ha alimentado tanto la ciencia como la imaginación: Muchos visitantes describen el lugar como cargado de una energía especial, casi mística.
Quienes se animen a visitar la Muralla de Finestres deben ir bien preparados: Calzado de montaña, agua, protección solar y precauciones básicas, ya que no hay señal de celular ni infraestructura. La mejor época para visitarla es entre abril y octubre.
Este enclave no solo es un tesoro geológico, sino un testimonio silencioso de la historia, la naturaleza y el misterio. Un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, esperando a ser redescubierto por aquellos que buscan algo más que una postal: Una experiencia inolvidable.
