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Jordania.- La majestuosa estructura de Al-Khazneh, también conocida como “El Tesoro”, no solo es uno de los íconos más reconocibles de Petra, Jordania, sino también un testimonio extraordinario de la ingeniería hidráulica desarrollada por la antigua civilización nabatea. Tallado en roca de arenisca suave en el siglo I a.C., el edificio ha resistido el paso del tiempo gracias a un ingenioso sistema de gestión del agua que lo ha mantenido seco y sorprendentemente bien conservado.
El Reino Nabateo, que floreció en la región desde el siglo VI a.C. hasta el siglo IV d.C., mostró un profundo conocimiento en el manejo del entorno desértico. En el caso de Al-Khazneh, la familia real nabatea, los Nabatu, diseñó esta obra como un mausoleo o templo, protegiéndola con un complejo sistema de canales ocultos, canaletas y pequeñas represas talladas en la roca que desviaban las lluvias lejos de la delicada fachada.
Este sistema no solo evitaba las inundaciones, sino que también protegía la estructura de la erosión hídrica, un riesgo constante debido a la fragilidad de la arenisca. La eficiencia del sistema es tal, que a lo largo de los siglos ha ayudado a preservar la impresionante fachada esculpida, que aún se mantiene en pie con gran detalle.
La ingeniería hidráulica nabatea no se limitó a Al-Khazneh: Otros edificios y estructuras de Petra también incorporaron soluciones similares para gestionar el agua en un entorno extremadamente árido. Este dominio técnico es una de las razones por las que Petra fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985, y sigue siendo una de las maravillas arqueológicas más importantes del mundo.
Al-Khazneh no solo es una obra maestra de la arquitectura esculpida, sino también un ejemplo sobresaliente de cómo una civilización antigua pudo adaptar su conocimiento técnico para preservar su legado cultural frente a los desafíos del medio ambiente.
