


De la Redacción
El Buen Tono
Córdoba, Ver.- El Restaurante Cardona se ha erigido como el nuevo símbolo de la impunidad gourmet. Tras los sonados escándalos que han incluido desde pleitos a puñetazos hasta rodeos callejeros, el regidor Erick Gasca, edil de la comisión de Comercio, es cliente asiduo y, al parecer, principal aval.
Resulta fácil entender que quien ostenta el mando de dicha comisión disponga, con la arbitrariedad de un déspota ilustrado, a quién se le aplica el reglamento y a quién se le concede el perdón real. Gasca, un hombre evidentemente más preocupado por la simetría de su rostro y la planchada de sus camisas que por la asimetría jurídica que promueve, ha encontrado en el Cardona un refugio para su paladar exquisito y, de paso, para su particular concepción de la justicia selectiva.
Pero este edil no es nuevo en el arte de la controversia. Su lenguaje, que dista mucho de ser el de las mejores familias cordobesas—a quienes seguramente imagina tomando el té con la pinky extendida—, ya ha sido previamente exhibido cuando, en un arranque de elegancia verbal, se refirió a miembros de la prensa como “pendejos” e “indios”. Un vocabulario que evoca menos a un funcionario público y más a las bravatas de un bravucón de cantina, ese mismo tipo de personaje que seguramente frecuenta los alrededores del Cardona en sus noches más movidas. La ironía, por supuesto, es deliciosamente absurda: el mismo personaje que insulta y amenaza con “romper madres” a periodistas tiene bajo su cargo la comisión de Derechos Humanos, un chiste de mal gusto que la ciudadanía está pagando con sus impuestos.

