AGENCIA
Austria.- En una remota región minera de Australia Occidental, científicos han identificado una nueva especie de abeja llamada Megachile lucifer, un hallazgo que destaca no solo por su singular apariencia, sino también por su papel fundamental en un delicado equilibrio ecológico. La hembra de esta especie posee pequeños cuernos faciales que inspiraron su nombre, además de un carácter enigmático y crucial para la supervivencia de otras especies.
El nombre lucifer fue elegido por la investigadora Kit Prendergast, quien describía la abeja mientras veía la serie de Netflix “Lucifer”. Además, el término en latín significa “portador de luz”, simbolizando la importancia de visibilizar y proteger a las abejas nativas australianas, muchas de las cuales aún permanecen sin documentar.
Lo más llamativo de M. lucifer es que solo las hembras poseen cuernos, cuya función aún se desconoce. Se plantea que podrían servir para defender territorios, competir por recursos o construir nidos. Sin embargo, su papel ecológico resulta aún más impactante: Esta abeja interactúa directamente con Marianthus aquilonaris, una planta en peligro crítico de extinción, cuya supervivencia podría depender del polen de esta especie.
Además, su actividad coincide con la floración del Eucalyptus livida, indicando una relación altamente especializada entre los tres organismos. La desaparición de M. lucifer podría conducir a la extinción de esta planta, que se convertiría en una “especie zombi”, incapaz de reproducirse.
Este descubrimiento pone de manifiesto un problema mucho mayor: Gran parte de la biodiversidad australiana, incluyendo casi 2 mil especies de abejas nativas, permanece poco estudiada y desatendida. La presencia limitada de M. lucifer, su breve período de actividad y el impacto de la minería sugieren que esta especie debería ser prioritaria en los esfuerzos de conservación.
En definitiva, la “abeja demonio” no representa una amenaza, sino un símbolo de alerta y esperanza. Es un recordatorio de cuán poco conocemos de nuestro ecosistema y de cuánto podríamos perder sin siquiera darnos cuenta.
