

En un poema de 1880 llamado “A una ultra-rubia” y recogido de un álbum para la edición de su Poesía, fijada en 1896, Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895) lamenta que lo haya abandonado la inspiración:
Entecos y mal traídos
Andan mis versos, Sofía,
Tristes y descoloridos,
Como rostros sorprendidos
En una noche de orgía.
El poema no sólo presenta al autor como un caballero en decadencia -una faceta que Gutiérrez Nájera exhibió poco o nada en los poemas que sí publicaba en periódicos y revistas-, acusa un atrevimiento formal ya identificable como modernista: pretende una integración de forma y contenido deformando la versificación tradicional, indaga en una musicalidad sorprendente, utiliza la rima para acentuar el hecho de que el poeta es una persona que puede vivir de acuerdo con un estándar moral excepcional: asiste a orgías.
El poema está escrito en el más popular de los metros de arte menor -el octosílabo- y aunque en su espíritu conversacional recupera el sabor narrativo del romance castellano, está dividido en estrofas de cinco versos consonantes -lo cual es raro para un metro tan corto-. En el poema se representa una intimidad definitivamente poco admisible en el mundo enteco del porfiriato.
En la quinta estrofa, el poeta molido por la fiesta que termina al amanecer, comparte el interior de un carro con una mujer que bebe al mismo ritmo que los hombres a los que acompaña: una conducta que habría sido no sólo reprobable, sino hasta impensable en una esposa. En los versos siguientes se refiere primero a ella y luego a él:
Manchan su negro vestido,
Negras gotas de cognac,
Y en ancho plató escondido
Rugado y prostituído
Asoma mustio mi frac. (102)
La musicalidad de una rima tan frecuente y sonora, el corte cada cinco versos -media décima-, el pareado intermedio en el tercero y cuarto, producen sumados el efecto de acelerar la cadencia del texto, como si el poeta -cuyo versos faltos de alma son identificados como elementos de un cuerpo en decadencia- estuviera convencido de que ha perdido su habilidad para versificar y apurara el poema para poderse ir a la cama.
El poema funciona y se mantiene vivo porque es autorreferencial en el sentido de que genera la ilusión de ser autobiográfico:
Ya de mi vida las olas
No besan lirios azules
Ni bermejas amapolas,
Y ya no pienso en corolas
Desde que pienso en curules. (103)
El último verso confirma la honestidad del poeta cuando habla de sí mismo: durante los años finales de su vida ocupó una curul en el Congreso como diputado afiliado al régimen, por cierto sin renunciar al empleo de periodista, desde que criticaba a los diputados con idéntica sorna a la que utilizó cuando no era congresista.
El mejor Gutiérrez Nájera era el que se agotaba en los poemas que escribía para que no fueran publicados -un poema en un álbum era, necesariamente, un poema para el consumo de un solo lector: la mujer para la que fue escrito.
