

Sandra González
El Buen Tono
Orizaba.- Como ya parece ser parte de la liturgia no escrita, algunos fieles católicos que participaron en las peregrinaciones por el 25 aniversario de la Diócesis de Orizaba, olvidaron llevarse lo más importante que trajeron: sus perritos.
Un lomito negro con manchas blancas fue visto vagando por el centro histórico, confundido, desorientado y, sobre todo, abandonado, después de acompañar a su dueño, ahora exdueño, a la iglesia madre de San Miguel Arcángel. Es probable que, en medio del fervor religioso, se les haya olvidado que una mascota no es una estampita que se deja en la banca del templo.
La historia se repite, pues no es la primera vez que la fe se mezcla con el olvido. El año pasado, tres perros fueron abandonados tras una cabalgata. Y ni qué decir de las peregrinaciones anuales a La Concordia por la Virgen de Guadalupe, donde algunos peregrinos practican una curiosa versión de la evangelización: amar al prójimo, excepto si tiene cuatro patas y necesita comida.
El resultado es el mismo, perros que no pertenecen a la ciudad deambulan por las calles hasta que la perrera municipal los recoge, con un destino incierto.
