Agencias
México.- El azúcar no solo engorda: su exceso daña gravemente las células a través de un proceso silencioso llamado glicación, en el que la glucosa se adhiere a proteínas, lípidos y otras estructuras celulares, formando compuestos tóxicos conocidos como AGEs (productos finales de glicación avanzada). Estos compuestos alteran la forma, elasticidad y funcionamiento de casi cualquier célula que tocan, afectando especialmente tejidos de vida larga como la piel, arterias, riñones, cerebro y articulaciones. En la piel, esto provoca arrugas prematuras y pérdida de firmeza; en los vasos sanguíneos, endurecimiento y mayor riesgo de hipertensión; en los riñones, daño a los filtros glomerulares; en el cerebro, inflamación y deterioro cognitivo; y en las articulaciones y proteínas estructurales, fragilidad y envejecimiento acelerado.
Lo preocupante es que este daño no depende únicamente del azúcar “dulce”: picos constantes de glucosa provenientes de harinas refinadas, ultraprocesados y bebidas azucaradas aceleran la formación de AGEs y preparan el terreno para resistencia a la insulina y diabetes tipo 2. Aunque el cuerpo posee mecanismos para neutralizar estos compuestos, se saturan cuando los niveles de azúcar se mantienen elevados de forma crónica, acumulando daño celular con el paso de los años.
La buena noticia es que se puede reducir el riesgo con hábitos sencillos: mantener la glucosa estable evitando ultraprocesados, consumir antioxidantes naturales, realizar actividad física regularmente y controlar el consumo de azúcares libres ayuda a disminuir la glicación, protegiendo los tejidos y retardando el envejecimiento celular. Mantener estos cuidados no solo mejora la salud general, sino que también ayuda a conservar la firmeza de la piel, la elasticidad de los vasos sanguíneos y la función de órganos clave a largo plazo.


