

Lo que pudo ser una tragedia, terminó siendo una impresionante muestra de cómo la tecnología ha revolucionado la seguridad en el automovilismo. Este fin de semana, los pilotos Louis Foster y Josef Newgarden protagonizaron un espeluznante accidente durante la carrera de la IndyCar Series en el circuito de Bommarito 500 Automotive Group, en St. Louis, Estados Unidos.
Durante la vuelta 130 de 260, Foster perdió el control de su monoplaza tras un contacto con el muro de contención. El neumático trasero derecho impactó violentamente la barrera, desestabilizando por completo su vehículo. El auto volvió a chocar al salir de la curva, y fue ahí cuando todo se salió de control.
En ese momento, Josef Newgarden, que venía a gran velocidad, no tuvo tiempo de reaccionar y su auto colisionó con el de Foster. El impacto fue tal que el vehículo de Newgarden se elevó y terminó boca arriba, con las llantas al cielo. En cualquier otra época, esto pudo haber sido fatal.
Sin embargo, la diferencia fue un elemento clave: el “halo”. Este dispositivo, una estructura de titanio que rodea la cabina del piloto, impidió que el peso total del coche cayera sobre la cabeza de Newgarden, evitando una tragedia.
Ambos pilotos fueron atendidos inmediatamente y, milagrosamente, salieron ilesos. Según los reportes médicos, no presentan lesiones graves y se espera que ambos estén listos para el siguiente evento del campeonato.
El accidente vuelve a poner sobre la mesa la importancia del “halo” en competencias de monoplazas. Este sistema, que en su momento fue criticado por alterar la estética de los autos, hoy es una herramienta vital que ha salvado numerosas vidas en la Fórmula 1, la Fórmula 2 y ahora también en la IndyCar.
El mundo del automovilismo respira aliviado, sabiendo que sus pilotos cuentan con una protección que marca la diferencia entre la vida y la muerte.
