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De política y cosas peores

Superiberia
  • Por CATÓN / Columnista

Un voto por Morena es un voto contra México. Al hablar de “la Cuarta Transformación”, el Presidente López se pone en la misma fila de Hidalgo, Juárez y Madero. Esa asimilación subliminal -no tanto-, y la comparación implícita que lleva en sí, tienen un cierto tufo a mesianismo y megalomanía. Ahora AMLO establece otra semejanza. Se presenta como un Quijote que va por el extenso territorio de la patria desfaciendo entuertos a la manera en que lo hizo en sus lares el hidalgo de la Mancha. La verdad es que López Obrador ha hecho más entuertos que los que ha deshecho. Mencionar la cancelación del aeropuerto de Texcoco; sus obras faraónicas, tan mal planeadas y de escasa o nula viabilidad; la destrucción del sistema de salud y el pésimo manejo que su administración ha hecho de la pandemia; el cierre de las guarderías; sus constantes arremetidas contra las instituciones autónomas; su claro desprecio a la legalidad; sus atentados contra todo aquello que limite su desbordada ambición de poder; la militarización del país; su evidente fracaso en la lucha contra la criminalidad; los quebrantos en la economía; la polarización que han provocado sus dogmas y prejuicios; la forma en que ha dividido a la nación; todo eso constituye una enumeración de ninguna manera exhaustiva, sino solo ejemplificativa, de los entuertos que en el curso de su gestión ha hecho López Obrador. Y ¿cuáles ha deshecho? La pobreza es ahora mayor que antes, lo mismo que la inseguridad. En lo que hace a la corrupción la ha combatido en sus enemigos, pero en sus amigos no. De ahí que el hecho de compararse con el inmortal personaje de Cervantes sea un entuerto más. Me recuerda AMLO a aquella madre, orgullosa de su hijo recién salido del seminario. “Pronto será párroco -decía la buena señora-, y luego obispo, arzobispo y cardenal. Seguramente llegará a Papa. Y si se esfuerza un poco quizá Nuestro Señor lo llevará en vida al Cielo a dirigir su Corte Celestial”. Así López Obrador: después de compararse con Hidalgo, Juárez, Madero y don Quijote ¿con quién más se comparará después?. El coche de Leovigildo era de los más compactos del mercado. En el Ensalivadero, lugar para parejas en ardimiento erótico, le propuso a Pirulina: “¿Te parece si nos pasamos al asiento de atrás?”. Respondió ella: “No soy de ésas”. Preguntó Leovigildo: “¿De las mujeres fáciles?”. “No -aclaró Pirulina-. De las contorsionistas”. El relato con el que termina hoy esta sección no es propio para moralistas. Mejor será que se abstengan de leerlo. En el Bar Ahánda un tipo le preguntó a otro: “Compadre: ¿aceptaría usted tener una relación carnal conmigo si le pagara 500 pesos?”. “¡Oiga! -se indignó el otro-. ¿Qué clase de broma es ésta?”. “No es broma, compadre -acotó el primero-. Me gustarÌa tener esa relación usted. ¿Qué tal si le pago 5 mil pesos?”. “No juegue con esas cosas, compadre. Nos debemos respeto el uno al otro”. “De ninguna manera estoy jugando. ¿Y si le ofrezco 50 mil pesos?”. “Desde luego que no, compadre. Y no le siga, por favor. Ya me estoy enojando”. “Lejos de mí la idea de ofenderlo, compadre. Pero dígame: ¿qué tal si le ofrezco 500 mil pesos?”. “Caray, compadre. ¿Se ha vuelto usted loco?”. “Abreviemos. ¿Aceptaría usted tener esa relación conmigo si le ofrezco un millón de pesos?”. “Caramba, compadrito -vaciló en ese punto el otro-. No piense usted que soy cínico o desvergonzado, pero por un millón de pesos sí aceptaría su proposición”. Declaró entonces el tipo: “Eso demuestra una teoría que tengo”. “¿Qué teoría es ésa?” -se intrigó el compadre. Dijo el sujeto: “Que hombres disponibles sobran; lo que falta son inversionistas”. FIN.

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