AGENCIA
Internacional.- Una entrevista reciente publicada por la revista Vanity Fair reavivó las versiones sobre un posible intento del gobierno de Estados Unidos por forzar la salida del presidente venezolano, Nicolás Maduro. En la conversación, Susie Wiles, jefa de Gabinete del presidente estadounidense Donald Trump, afirmó que su jefe “quiere seguir destruyendo barcos hasta que Maduro pida clemencia”, una declaración que ha generado inquietud en el ámbito diplomático y político internacional.
En un inicio, la estrategia de la administración Trump parecía centrarse en el combate al narcotráfico, bajo el argumento de cerrar el paso de drogas hacia territorio estadounidense. En esa misma línea, esta semana el presidente declaró al fentanilo como un arma de destrucción masiva. Sin embargo, analistas señalan que los ataques y presiones también podrían responder a intereses económicos, particularmente el acceso a recursos estratégicos venezolanos como el petróleo y las tierras raras.
Las declaraciones de Wiles, no obstante, modificaron el enfoque del debate. De acuerdo con expertos consultados por Deutsche Welle (DW), el objetivo central ya no sería únicamente el narcotráfico o los recursos naturales, sino directamente Nicolás Maduro, quien se mantiene en el poder desde 2013 pese a los reiterados intentos de la oposición por restaurar la democracia en el país.
Paul Hare, diplomático británico retirado y director interino del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Boston, señaló que al inicio del segundo mandato de Trump no parecía existir una intención clara de derrocar a Maduro. Según explicó, la estrategia inicial habría buscado acuerdos en materia migratoria, concesiones petroleras y un entendimiento comercial que permitiera la permanencia del mandatario venezolano. “Maduro no era el objetivo principal en enero”, afirmó.
Aun así, Hare considera que un eventual cambio de régimen en Venezuela podría resultar, desde la óptica de Washington, una operación más manejable que los conflictos en Ucrania o Gaza, actualmente en el centro de la agenda internacional.
Por su parte, Jesús Renzullo, experto en política latinoamericana del Instituto Alemán de Estudios Regionales y Globales (GIGA), apuntó que el secretario de Estado, Marco Rubio, conocido por su postura dura contra el chavismo, podría aprovechar la presión sobre Venezuela para debilitar también al régimen cubano. Cuba, explicó, depende en gran medida del apoyo energético y económico de Venezuela, por lo que un colapso en Caracas tendría un impacto directo en La Habana.
Renzullo subrayó que Venezuela representa “el último comodín” de Cuba en la región, y que un debilitamiento del gobierno de Maduro generaría serios problemas económicos y políticos para la isla.
En contraste, Hare descartó que exista una estrategia más amplia de intervención estadounidense en América Latina. A su juicio, el caso venezolano es considerado excepcional por la administración Trump, que ve a Maduro como un mandatario ilegítimo cuya permanencia en el poder representa una anomalía jurídica y política.
Aunque la entrevista con Vanity Fair sugiere una intención de forzar un cambio de régimen, las motivaciones de fondo siguen siendo objeto de debate. La administración Trump ha respaldado abiertamente a la oposición venezolana, encabezada por María Corina Machado, quien ha expresado su apoyo a una intervención internacional y recientemente fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz.
Sin embargo, analistas advierten que el interés de Trump no estaría centrado en la restauración democrática de Venezuela. Jim Marckwardt, teniente coronel retirado del Ejército estadounidense y académico de la Universidad Johns Hopkins, sostuvo que el objetivo no sería ni el petróleo ni la democracia, sino la construcción de un legado político personal.
Marckwardt recordó que la crisis venezolana alcanzó uno de sus puntos más álgidos en 2019, durante el primer mandato de Trump, sin que se lograra una resolución. A diferencia de su antecesor Joe Biden, Trump buscaría ahora cerrar ese capítulo como parte de su agenda histórica, en un contexto donde también intenta incidir en los conflictos de Gaza y Ucrania.
Finalmente, los analistas coinciden en que el factor electoral también pesa en la ecuación. Tras una caída en los niveles de popularidad desde su reelección, Trump enfrenta un desgaste incluso entre sectores de la diáspora latinoamericana que lo respaldaron, particularmente en Florida. En ese sentido, una postura dura contra Maduro podría servir para reforzar el apoyo de un electorado clave en ese estado, donde el tema venezolano tiene un fuerte impacto político.


