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Del ingenio a la influencia: el nuevo rostro del poder global

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Según la columna de Jorge Suárez-Vélez

En una reciente y provocadora columna publicada en Reforma, el analista Jorge Suárez-Vélez pone el dedo en la llaga de uno de los temas más delicados de nuestro tiempo: la creciente polarización en la distribución del ingreso y el poder económico.

Suárez-Vélez desmonta el argumento clásico de que toda gran fortuna nace de un gran crimen. Esa visión, dice, quedó atrapada en las teorías marxistas del siglo XX. Hoy, 8 de las 10 personas más ricas del planeta no heredaron ni explotaron, sino que fundaron empresas que transformaron industrias: Musk, Bezos, Gates, Ellison, Zuckerberg, Page y Brin son producto de la innovación tecnológica, no de la vieja lógica de acumulación.

Microsoft, por ejemplo, vale casi el doble del PIB nominal de México, y sus trabajadores ganan una mediana de 210 mil dólares al año. No hay explotación obrera clásica detrás de esos números, sino un cambio estructural impulsado por la tecnología y el acceso global al mercado.

Sin embargo, Suárez-Vélez alerta sobre otro fenómeno aún más preocupante: el efecto del estímulo monetario tras las crisis de 2000, 2008 y la pandemia. La abundancia de dinero barato hizo que los activos —acciones, bienes raíces, arte— se dispararan, beneficiando a quienes ya eran ricos. La bolsa de EU subió 240% en la última década, y un simple billete de 100 dólares invertido en Apple en el año 2000 hoy valdría más de 23 mil.

El resultado es una concentración nunca antes vista. En Estados Unidos, 134 mil familias —el 0.1%— poseen más riqueza que los 67 millones de hogares más pobres juntos. Y no sólo acumulan dinero: ahora también deciden sobre la política. En la elección federal más reciente, 100 familias aportaron 2,600 millones de dólares en campañas. Desde la decisión Citizens United en 2010, las donaciones privadas se multiplicaron por 160, y los más ricos pagan solo un 8.2% de ISR federal.

Quienes pueden pagar educación, salud y seguridad privada viven casi en otro país. La desigualdad siempre ha existido, pero nunca fue tan extrema ni con un impacto tan directo en la democracia. Suárez-Vélez señala que, mientras los más poderosos buscan pasaportes europeos para “escapar”, pocos están dispuestos a usar su influencia para frenar esta deriva.

Peor aún, denuncia el silencio de los millonarios ante los escándalos de corrupción en el segundo mandato de Donald Trump, donde los beneficios familiares y el desprecio por las instituciones recuerdan a gobiernos autoritarios.

¿Deberían los más ricos comprometerse con la defensa de la democracia y el Estado de derecho que permitió su éxito? Jorge Suárez-Vélez deja la pregunta abierta, pero con un llamado claro: mirar con atención lo que ocurre en Estados Unidos podría ser una advertencia del futuro que nos espera si no actuamos.

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