De la redacción
El Buen Tono
La Navidad está llena de tradiciones, y pocas son tan emblemáticas como el árbol decorado. Desde luces y estrellas hasta cintas y esferas brillantes, este símbolo ocupa un lugar central en los hogares durante las fiestas. Pero, ¿de dónde viene esta costumbre?
El origen del árbol navideño es incierto y está rodeado de múltiples historias. Se sabe que los árboles de hoja perenne se usaban desde la antigüedad en celebraciones paganas del solsticio de invierno, representando la vida y la luz frente a la muerte y la oscuridad. Europa, y especialmente el norte, es considerada la cuna de esta tradición. Letonia y Estonia reclaman haber sido los primeros en organizar festivales con árboles decorados en los siglos XV y XVI, aunque algunos historiadores cuestionan estas afirmaciones.
En Alemania, la tradición tomó un giro cristiano. Se cuenta que en el año 723, San Bonifacio reemplazó un roble pagano por un árbol de hoja perenne, que pasó a ser considerado “sagrado”. Durante la Edad Media surgieron los “árboles del paraíso”, decorados con manzanas para simbolizar el Jardín del Edén, y en el siglo XVI Martín Lutero colocó velas encendidas en los árboles, dando origen a la idea de iluminar el hogar en Navidad.
La costumbre se extendió con la emigración: primero a Inglaterra, donde la reina Victoria y el príncipe Alberto popularizaron la tradición, y luego a Estados Unidos, donde ganó aceptación a finales del siglo XIX.
El auge de los árboles naturales generó un impacto ambiental que llevó a Alemania a inventar los primeros árboles artificiales en la década de 1880, fabricados con plumas de ganso y, más tarde, con plástico, material que hoy predomina en los hogares de todo el mundo.
Así, el árbol de Navidad que vemos hoy combina siglos de historia, tradición y adaptaciones modernas, uniendo pasado y presente en cada hogar durante las fiestas.
