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Entre machetes y caña

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Córdoba.– México ocupa el octavo lugar mundial en producción azucarera y la zafra constituye la principal forma de vida de muchas poblaciones.

Durante los seis o siete primeros meses del año, las poblaciones de esta área se vuelcan casi por completo al corte de la caña de azúcar o zafra. Veracruz aporta el 50% de la producción nacional de este endulzante gracias a los 22 ingenios que se localizan a lo largo de su territorio.

Aunque existe maquinaria para realizar la faena de la zafra, en la mayor parte del país aún se corta con machete. Un sólo trabajador puede desmontar hasta 8 o 9 toneladas de caña al día.

Con el fin de facilitar su trabajo, los jornaleros queman los cañaverales para despojar a la caña de sus hojas y destruir la hierba silvestre. Aunque esta práctica puede resultar extraña, los cañeros afirman que tal método agiliza el corte, no daña los cultivos y se logra una consistencia “menos correosa”.

En estos campos el humo y la ceniza se hermanan para recibir al ejército de jornaleros.

Una densa capa de tizne, polvo y partículas de hojas incineradas cobija a los cortadores de caña de azúcar. Por el suelo corren las ratas ahuyentadas por el calor sofocante de la quema.

Hombres bajitos de estatura, en su mayoría muchachos de entre 15 y 18 años de edad, envuelven su cabeza con trapos para evitar la inhalación de las cenizas y cuando visualizan su campo de acción blanden sus pesados machetes y comienzan con el derribo de la vara dulce, siempre bajo la mirada vigilante de los patrones.

Aquí las palabras enmudecen y sólo se escucha el sonido de los machetes al surcar el aire y trozar las cañas.

Vienen de pueblos situados en cinturones de pobreza extrema, ubicados en sierras y montañas de Guerrero, Puebla, Veracruz, Jalisco y Oaxaca. En su mayoría adolescentes que durante seis meses abandonan sus lugares de origen para emplearse como cortadores de caña.

Aquí en los cañaverales las perspectivas de mejora económica dependen del número de toneladas de caña que cortan.

A cada derribo de la vara dulce calculan el manojo y estiman el peso para cobrar entre 35 y 55 pesos por tonelada. Los patrones otorgan techo, comida y transporte, pero sus ganancias, dicen los cortadores, son ínfimas ante el desgaste físico.

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