


De la Redacción
El Buen Tono
Orizaba.- Irma no fue una estadística más. Era madre, trabajadora, taxista, mujer. Y fue víctima de una violencia tan brutal que su cuerpo no resistió. Murió de un infarto, sí, pero no de uno espontáneo. Fue un infarto provocado por el secuestro, por la violencia física y psicológica, por el miedo extremo que vivió a manos de sus agresores.
Eso fue lo que textualmente dijo la gobernadora Rocío Nahle: “Irma fue secuestrada, fue violentada y murió de un infarto.” No fue una frase desafortunada, ni insensible. Fue un retrato del horror.
Quienes tomaron esa frase, la manipularon y la convirtieron en titular no actuaron por error, sino por cálculo.
Porque en un país donde la violencia de género duele, moviliza e indigna, esa indignación se volvió capital político.
Lo que para la familia de Irma es luto, para algunos fue estrategia de ataque.


