

De la Redacción
EL BUEN TONO
Región.- La abstención electoral no es casualidad. Es el síntoma de un sistema político enfermo, donde los derrotados no se van, los cargos se heredan y el servicio público se reduce a un negocio personal. El caso de Alejandro Porras Marín, diputado plurinominal morenista que perdió estrepitosamente en Huatusco, pero seguirá ocupando su curul, es solo la punta del iceberg de una clase política que ha convertido el poder en un parasitismo institucionalizado.
Porras Marín, secretario nacional de Jóvenes de Morena en el Edomex, apostó por Huatusco y fracasó. Su campaña, teñida de denuncias por uso ilegal de recursos públicos y vehículos oficiales, no convenció. Sin embargo, gracias al sistema de representación proporcional, este político de “15 años de experiencia” (pero cero arraigo) regresará al Congreso local sin el aval de los votantes.
Su trayectoria es el manual del oportunismo: Cargos por compadrazgo, padrinazgos políticos y una hoja de servicio opaca. No es un caso aislado. Es el modus operandi de una casta que usa el poder como escalera personal, no como herramienta de transformación.
