Indira Navarro, líder del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, ha sido una voz fuerte en la denuncia de la violencia y la corrupción en su estado, donde ha vivido en carne propia las huellas de la brutalidad. Durante una reciente entrevista con Joaquín, compartió un desgarrador testimonio de su propia experiencia como víctima de violencia física, psicológica y emocional por parte de su expareja, un exintegrante de la Policía Federal. Los relatos incluyen mutilación y heridas de bala, dejando claro que su lucha por la justicia es también una batalla personal.
Pero el coraje de Indira va más allá de su sufrimiento. Su valentía la ha llevado a investigar una de las historias más oscuras de Jalisco: el descubrimiento de lo que inicialmente parecía ser un crematorio clandestino, pero que Indira revela como un complejo centro de reclutamiento de jóvenes. Esta operación, que se extendía desde la Central de Autobuses, estaba vinculada a un intento de encubrimiento por parte del gobierno del sexenio anterior, con más de 300 jóvenes siendo forzados a unirse a un cruel proceso de despojo de su libertad.
Indira detalla cómo, durante un operativo en Teochitlán, Jalisco, fueron detenidas 10 personas y se aseguraron varias camionetas, aunque algunas lograron escapar. Sin embargo, al revisar los informes oficiales, no aparece ninguna mención de los crematorios ni de las desapariciones, lo que lleva a Indira a acusar a las autoridades de hacer caso omiso de los hechos.
Las investigaciones de Indira, basadas en testimonios de jóvenes que fueron reclutados, revelan relatos espeluznantes. Uno de los testimonios describe cómo, durante tres años, hasta 200 personas llegaron a una finca, donde fueron ejecutadas y obligadas a quemar los cuerpos mutilados en pozos, con piedras y ladrillos para evitar dejar evidencia. Las palabras de las víctimas comparan este lugar con un infierno, una experiencia que muchos nunca olvidarán.
La historia de Indira no se detiene ahí. Ella también narra cómo descubrió un campo de entrenamiento y reclutamiento de jóvenes, un lugar donde dormían en el suelo, con ropa mínima para sobrevivir al frío. Este campo, más que un simple centro de entrenamiento, se convirtió en un espacio de tortura y exterminio. Quienes lograban sobrevivir un mes eran enviados a Zacatecas para unirse a la guerrilla.
Lo más alarmante es la inacción de las autoridades ante las pruebas encontradas por Indira y su grupo. La Fiscalía de Jalisco realizó dos entradas al predio sin encontrar nada, lo que llevó a Indira a señalar la falta de empatía y dedicación de las instituciones. Según ella, la indiferencia de las autoridades es un reflejo de la falta de comprensión sobre el sufrimiento de las familias de los desaparecidos, quienes viven en una constante búsqueda de respuestas.
La historia de Indira Navarro es la de una mujer que, tras haber sufrido en carne propia el peso de la violencia, ha decidido luchar por las víctimas de desapariciones en Jalisco. Su valentía y dedicación a la causa han sacado a la luz una red de horror y corrupción que, hasta ahora, parecía quedar oculta. Mientras tanto, la lucha sigue: por justicia, por verdad y por el fin de la impunidad en México.
