

¿La Poltrona? ¿Y qué rayos es eso? La Real Academia Española en su Diccionario de la Lengua Española, vigésima segunda edición dice que una silla ‘poltrona’ es: La más baja de brazos que la común, y de más amplitud y comodidad. La mía es una silla de madera, amplia, de brazos anchos donde puedo asentar mis codos quietamente, de asiento y respaldo acojinado y de suave tela estampada, donde llego a descansar después de cada jornada del día, recargada mi espalda y la cabeza hacia atrás, con ojos a veces abiertos, a veces cerrados, para pensar mejor, para imaginar mejor, para cavilar mejor. Esa es la poltrona, ahí voy a “tenderme la cara al techo que es una posición gallarda y cómoda para filtrar noticias y creerlas” como dice Mario Benedetti en “Piedritas en la ventana” uno de mis poemas favoritos. O tal vez, para no creerlas.
Y es que sí, ahí se filtran mejor las ideas sobre la política, los partidos, la sociedad, la cultura, la familia, los hijos, los obreros, los viajes, los amigos, los no amigos, todo a lo que están expuestos mis sentidos. Yo creo firmemente que todos tenemos una poltrona en casa o quizá en la oficina, ese sitio preferido en la mesa, en la sala, en la recámara, en el jardín, donde nos sentamos y tenemos a veces más otras menos, unos segundos, quizá minutos, para leer,
reflexionar, pensar.
Pensar, si, como recién me ocurrió mientras escuchaba hablar al alcalde orizabeño Juan Manuel Diez Francos en torno al funcionamiento de la Delegación de Tránsito, ahora municipal, a partir de este 2015, lo que incluye un nuevo reglamento, más elementos viales, armonizar la convivencia entre peatones y automovilistas para evitar accidentes, explicó en rueda de prensa. Incluso hizo alusión a una vivencia que le platicó el director de una de sus empresas, quien viajó a Tijuana donde tomó un taxi para pasar la frontera y llegar a los Estados Unidos. Mientras conducía del lado de México, el taxista iba comiendo torta, contestando el celular, brincando de un carril a otro, manejando “como diablo”; pero al llegar a los Estados Unidos, el mismo conductor, se transformó, cambió totalmente su actitud, con las dos manos al volante, cinturón de seguridad, baja velocidad, sin brincar carriles, y sin celular en mano, cuando se le preguntó por qué el cambio, habría dicho algo así: “Es que aquí sí multan, aquí sí ejercen la ley”.
Esa es la pretensión para Orizaba, que sea una ciudad de orden vial, y donde, quien viole la ley o cometa una infracción, sea sancionado. Y aclaró que no con la intención de multar por multar, sino por el contrario, con la intención de que aprendamos a conducir con precaución, respeto, sin “textear”, ni pasarse el alto, conscientes que aquí, sí multan, sí ejercen la ley. Hará falta mucha información y tiempo para lograr que los conductores de los 37 mil 526 vehículos automotores que hay en la ciudad, entre automóviles de servicio particular y público, camiones de pasajeros, camionetas de carga, y motociclistas —según últimos datos del INEGI referidos en el Anuario Estadístico de Veracruz—, logren concientizarse, entender, aprender y acatar las nuevas reglas para transitar por la Pluviosilla. Si eso se logra, sin duda tendremos un mejor lugar para vivir. Sobre todo ahora que las ciudades de nuestro México, como dice Italo Calvino en sus Ciudades Invisibles, “es cada vez más difícil vivirlas”.
Recuerdo que la aspiración, el anhelo del Alcalde por segunda vez, es que Orizaba sea una metrópoli de primer nivel, a la altura de las ciudades más importantes de México como él mismo lo ha referido. De hecho en su discurso de toma de protesta el 31 de diciembre de 2013 en el Teatro Llave, dijo: “Todos queremos que nuestros hijos hereden una ciudad modelo, segura, funcional, y admirada. Estoy convencido de lo que debo hacer para lograrlo”. De momento, empezó su segundo año de Gobierno, con nuevo reglamento de Tránsito, así que aguas con los 78 varones y 10 mujeres que encontraremos por la ciudad, porque una infracción menor, como no contar con póliza de responsabilidad civil vigente le puede costar una infracción de categoría A, equivalente a 2 días de salario mínimo ($132.90); pero no obedecer una señal de alto puede significar 15 días de S.M. ($996.75) y conducir en estado de ebriedad implica pagar 50 S.M., es decir 3 mil 322 pesos con 50 centavos. Para muchos esto significará “sangrar al pueblo”, lo real es que, “Dura lex sed lex” (La ley es dura, pero es la ley). Esperemos que se aplique con justicia, y que se informe, se transparente el destino de esos recursos por multas, que ahora se pagarán al municipio y no al estado.
