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Laberinto para los votantes; elección de Magistrados

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Alejandro Aguilar

El Buen Tono

REGIÓN.- Boletas interminables, candidatos anónimos y un proceso que nadie entendió, así se llevó a cabo en la región la elección judicial que se caracterizó por la baja participación ciudadana y la confusión generalizada.

Mientras en los municipios el desencanto se centró en las alcaldías, con candidatos con promesas vacías, el verdadero caos ocurrió en la elección de magistrados: 10 boletas distintas, nombres desconocidos y un sistema de votación por números que obligó a los pocos votantes a llevar “acordeones” para no equivocarse. 

La encuesta nacional del 1 de junio ya lo anticipaba: el 47.6 % de los abstencionistas no votó por desconfianza en el proceso. Y quienes asistieron a las urnas enfrentaron un rompecabezas jurídico: cargos locales mezclados con federales, candidatos sin rostro público y una logística que pareció diseñada para desalentar, no para facilitar la participación.   

“Traje una hoja con los números que me pasaron en redes, porque ni en las campañas explicaron bien”, admitió Luis García, uno de los pocos votantes que se aventuró a elegir magistrados. Mientras, otros optaron por anular: “Prefiero no meter las manos donde no entiendo”, dijo una ciudadana, reflejando una sensación generalizada de los votantes. 

El proceso judicial, lejos de fortalecer la democracia, se convirtió en un ejercicio de opacidad. Los partidos no priorizaron la pedagogía electoral, y el órgano electoral falló en simplificar la información. El resultado fue previsible: aburrimiento, frustración y, finalmente, abstención.   

Los números de la última encuesta nacional son un diagnóstico demoledor: el 47.6% de la población no confía en el proceso electoral, mientras que un 20% directamente no muestra interés en el tema y un 10% ni siquiera sabía que había elecciones próximas.

Estas cifras, con un margen de error mínimo, pintan el paisaje de un país donde la democracia se reduce a un trámite incomprensible. El dato más revelador: el desencanto con los magistrados superó incluso al de las alcaldías, donde al menos los candidatos, aunque mediocres, eran reconocibles.   

Al cierre de las urnas, quedó claro que el sistema sigue operando para élites políticas y jurídicas, mientras la ciudadanía se aleja. No hubo filas, ni debate vibrante, ni esperanza de cambio. Sólo boletas ilegibles, candidatos sin historia y un mensaje claro: la democracia no puede sobrevivir si se convierte en un examen que nadie aprobó.

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