

Hemos estado los mexicanos enfrascados en un debate sobre nuestro patrimonio petrolero. Cada una de las posiciones enfrentadas puede tener una parte de razón. Me quedan en claro los motivos de aquellos que piensan en un baluarte nacional, en la epopeya de la expropiación, en la solidaridad de nuestro pueblo, en la independencia energética y en el orgullo patrio. Así como, también, hay razón en quienes piensan en nuestras necesidades de exploración, de extracción, de refinación, de tecnificación y de inversión.
Pero si el asunto es de preservar una riqueza nacional, es allí donde muchos mexicanos resbalamos en una confusión, quizá derivada de nuestra ignorancia. Por eso, cada vez más mexicanos estamos urgidos de explicaciones, orientaciones, diagnósticos, pronósticos, previsiones y provisiones para nuestro porvenir.
Todas las ciencias que se respetan a sí mismas contienen una buena dosis de paradojas, de dogmas, de mitos y de secretos. El pensamiento científico no tiene la pureza plena que pretendió René Descartes. Y así como en la ciencia jurídica, la teoría pura del derecho, de Hans Kelsen, es un espléndido método para la comprensión científica del derecho, aunque riesgosa para entender su aplicación práctica, en otras ciencias resulta algo similar.
La economía no escapa a este modelo. Sus reglas básicas no siempre son suficientes para explicarnos los sucesos de cada día. Entre ello, podríamos traer a cuento las múltiples confusiones que nos producen, a los no conocedores de la materia, debates que enfrentan a la economía real con la economía ficción, principalmente en lo que se refiere a precios y a mercados. Veamos un par de ejemplos.
Por sólo mencionar algo, hoy en día el gramo de oro vale 500 pesos, pero el de cocaína vale 300 y el de plata vale tan sólo siete pesos. Ello explica el enorme caudal de recursos sucios que, en ocasiones, supera a las reservas nacionales y que genera un crecimiento exponencial de su capacidad de acción.
De allí el origen de nuestra confusión. ¿Dónde está la realidad y dónde la ficción? ¿Cuál es el verdadero universo económico? ¿Cuál es la línea divisoria entre el sueño y la vigilia? Todo esto por no llegar a imaginar la pesadilla de si en el futuro influirá más en la economía mundial el país que tenga más oro o aquel que tenga más droga.
Pasemos a otro campo de nuestras desorientaciones. Hoy, el barril de crudo mexicano (bareel = 159.5 litros) vale alrededor de 95 dólares y algunos dicen que extraerlo cuesta tres dólares. Hagamos algunas comparaciones. La misma cantidad, pero de refresco de cola, vale 300 dólares y se dice que producirla cuesta los mismos tres dólares.
Luego entonces, si el barril de refresco vale tres veces más que el barril de petróleo, ¿tendrá más futuro la industria petrolera o la refresquera? ¿Por qué tenemos discursos nacionalistas sobre el petróleo y no sobre el refresco? ¿Podríamos canjear algo de nuestras franquicias petroleras por las franquicias refresqueras de los extranjeros? Quizá sería muy rentable, sobre todo en el que se dice que es el segundo país más consumidor de refresco en el planeta. ¿Cuál es la ficción y cuál es la realidad?
Pero vamos más allá. La industria refresquera resulta pobre y miserable si se le compara con la productora de agua más famosa del mundo, cuyo barril de agua embotellada, proveniente de las montañas europeas, vale 600 dólares y se dice que obtenerla de los manantiales y escurrimientos cuesta los mismos 3 dólares.
Y entonces, los desorientados volvemos a preguntarnos ¿por qué se consideran estratégicos los yacimientos de petróleo y no los manantiales de agua? ¿Cómo resolver el recurrente conflicto entre valores reales y virtuales cuando el barril del cognac más barato cuesta siete mil dólares o el del barniz de uñas de “medio pelo” vale 70 mil dólares y se dice que producirlo cuesta, tan solo, 42 dólares? Si lo que vale es la marca y no el producto, ¿cuánto valdrá la droga cuando tenga marca?
Pero, no he terminado. Vamos a la industria farmacéutica y allí las cosas ya son de fantasía. Porque el barril de colirio para los ojos vale medio millón de dólares, en la farmacia de la esquina. Y el barril de antibiótico líquido puede valer 12 millones de dólares. Todo ello, insignificante junto a algunos anticancerígenos líquidos que valen 60 millones de dólares cada barril.
En un viejo y anónimo cuento hindú, se tramaba un interesante tejido que impedía discernir si el sueño era la realidad o si la vigilia era la ensoñación. Si nos agobia y nos sobrecoge más un drama real o una pesadilla. Si es dormidos cuando vivimos y si es despiertos cuando soñamos. Para Carlos Enrique Marx, la única realidad sería la tangible. Para Jorge Federico Hegel, la única realidad está dentro del pensamiento. La eterna confrontación filosófica entre el materialismo y el idealismo.
Confiemos en que los que tienen la obligación de saberlo, sepan dónde está la realidad y dónde está el ideal, aunque los demás sigamos ignorantes o confundidos.
*Abogado y político. Presidente de la Academia Nacional, A. C.
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