Orizaba.- El día gris, la brisa y la neblina acompañaban la jornada triste que ayer vivió la ciudad. Fue la hora, no de Orizaba sino de partir.
Dentro, en la imponente Rectoría de El Carmen, mujeres, señores y niños; lo mismo ataviados en un elegante abrigo negro y botas que apenas protegidas por un humilde chal y calzando huaraches, esperaban a Alberto, el doctor, el locutor, el amigo.
Desde las 11:00 horas comenzó a llenarse el templo; fue entonces cuando los pendones de La Picosa y Romántica, sus dos casas, fueron colocadas en señal de recibimiento.
Eran las 11:30 horas cuando el silencio se irrumpió por el estremecedor sonido de las sirenas, para ser exacto eran tres. Todas se abrían paso en medio de un día blanco que marcaba la llegada del doctor hacia su cita con Dios.
“Guadalajara”, fue la melodía que entonaba el mariachi al ingreso a la iglesia, luego le siguió “Cuando yo quería ser grande”, cerraron con “Paloma negra”, canciones favoritas de quien fuera el defensor de los orizabeños por 15 años.
El claxón de los vehículos también daba el adiós al doctor, lo mismo las rosas y una tarjeta colocada en el féretro que da el más sentido pésame.
Las palabras acordes, la misa épica, fueron calificativos que los amigos del doctor dieron a la celebración encabezada por el padre, Marcos Palacios Cárdenas.
Todos los que llegaron a la celebración religiosa afirmaban y decían que estaban ahí para despedir al amigo.
“Dichosos los que mueren en el señor, que descasan ya de todas sus fatigas, pues sus obras les acompañan”, citó el salmo responsorial para confortar a los familiares.
Y por si eso fuera poco, el Evangelio fue más allá, “cuando lo hiciste con el más humilde de tus hermanos, conmigo lo hiciste”, dijo el sacerdote oficiante, mientras al final, al doctor Sánchez Ancira se le despedía en medio de un mar de aplausos.
NoÈ Carrillo
El Buen Tono
