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Lo más oscuro de la trata

Superiberia

Cuando hablamos del caso de Yakiri Rubio, expresamos lo inconcebible, imperdonable y abominable que es una violación. Tristemente, no es el único agravio, no es el único delito que se pude cometer en contra de otra persona y que caiga también en el renglón de la abominación. A la captura de Manuel Plancarte —sobrino de Kike Plancarte, líder de Los Caballeros Templarios— y Ricardo Morales, salió a la luz otra ramificación más a toda esta espiral de violencia en que está sumergida el estado de Michoacán.

Las autoridades estatales, incluso Alfredo Castillo, han dado a conocer lo que al parecer es otra red, de las varias que ha creado el crimen organizado: tráfico de órganos, especialmente de menores. Abominable, un delito que se vuelve aún más inconcebible si le añadimos otra más de las líneas de investigación que se tienen al respecto. Y es que Castillo declaraba ayer que como parte del trabajo que han realizado, cuentan con testimonios que aseguran que como parte del ritual de iniciación para pertenecer a Los Caballeros Templarios se les obligaba a comer órganos humanos. Testimonios, más no pruebas, nos aclaran. Aunque de comprobarse, esto significaría más líneas de abominación, pues el tráfico de órganos en sí ya es un hecho por demás terrible.

Para desglosar lo que sucede, tendremos que hablar de varios temas. La trata de personas es un delito con tantas zonas grises, oscuras. Más aún peores que el narcotráfico. Los fines por los que los delincuentes deciden comercializar con la vida de las personas van desde la compra —venta de menores de edad a familias extranjeras imposibilitadas para tener hijos (acaso su inciso más “inofensivo”),  hasta el trabajo sexual —ya sea niños, niñas, adolescentes o adultos— o bien, tenemos aquel apartado, como del que ahora se habla en Michoacán, que se utiliza el secuestro para la obtención de órganos que regularmente son vendidos o, en la peor y más repugnante de las posibilidades, serían ingeridos, así como dicen los testimonios que afirman tener las autoridades michoacanas.

Sobre el tema de trata de personas se ha realizado un serio y constante trabajo en los últimos años. Incluso en el Distrito Federal se creó una fiscalía especializada en este tema, y algunos otros estados del país comienzan a trabajar al respecto. Lo cierto es que el trabajo casi siempre se concentra en la explotación sexual. Hace unas semanas y gracias al trabajo periodístico de mis compañeros de Cadenatres Noticias en conjunto con las autoridades del país y de las denuncias que ya había presentado Rosi Orozoco en su contra, se logró la captura de Alejandra Gil, conocida como la Madame de Sullivan, quien operaba una red de sexoservicio disfrazada de proapoyo de los derechos de las trabajadoras sexuales. Vaya ironía y desvergüenza.

Y es justo Rosi Orozco, quien se ha convertido en una de las luchadoras más importantes contra este delito, ha logrado cambios en las leyes que aseguran mayores sentencias para los involucrados en redes de trata de personas. Sin embargo, cuando nos enteramos de redes como las que hoy se investigan en Michoacán, entendemos también que hay más incisos sobre este tema en los que deben ahondarse. La trata de personas, cuya finalidad es la venta de órganos, es un acto terrorífico. Y ni hablar de lo abominable que resulta aquel rito de “iniciación” de Los Templarios…

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