Sandra González
El Buen Tono
Orizaba.– Con el aroma de la canela y el vapor dulce que se eleva de las ollas, el ponche vuelve a ocupar un lugar central en la temporada decembrina de Orizaba. En mercados tradicionales como el Emiliano Zapata, el Melchor Ocampo -ubicado en pleno centro histórico- y el de Cerritos, las familias orizabeñas ya encuentran las bolsitas con fruta seleccionada para preparar esta bebida emblemática de la temporada.
La escena se repite año con año: puestos llenos de color, tejocotes anaranjados, guayabas maduras, manzanas brillantes y caña de azúcar recién pelada. La bolsita tradicional con un kilo de fruta se oferta en 50 pesos; en otros puestos se puede encontrar, sin piña cuesta 30 pesos y con piña alcanza los 35, precios que buscan mantenerse accesibles para no romper con una costumbre profundamente arraigada en los hogares.
El ponche mexicano tradicional es una bebida caliente elaborada con frutas de temporada, especias y piloncillo. Se prepara con tejocotes, guayabas, manzanas, caña de azúcar, ciruelas pasas, tamarindo y flor de jamaica, a los que se suman canela en rama, piloncillo -o azúcar morena- y, de manera opcional, clavos de olor.
Todo se hierve a fuego lento en agua hasta que los sabores se integran y la fruta se suaviza. En algunas casas se le añade el llamado “piquete”, generalmente ron o aguardiente, como guiño a la convivencia nocturna.
Más allá de la receta, el ponche tiene historia. Su origen se remonta a bebidas calientes traídas de Asia y Europa durante la época colonial, que fueron adaptadas en México con frutas locales y endulzantes tradicionales.
Con el tiempo, el ponche se volvió inseparable de las posadas, como símbolo de comunidad, abrigo y celebración colectiva, servido preferentemente en jarritos de barro que conservan el calor y refuerzan su carácter ritual.
El ponche no es sólo una bebida: es memoria viva. Cada bolsita de fruta concentra tradición, economía popular y el esfuerzo de comerciantes que, pese a la inflación y los altibajos del consumo, sostienen una costumbre que da identidad a la temporada navideña.
