

De la redacción
El Buen Tono.- Con el conteo oficial aún en curso y sin resultados definitivos del OPLE, Manuel Alonso Cerezo —impugnado, cuestionado y señalado por encabezar una red de corrupción ligada al Cártel Inmobiliario— se autoproclamó ganador de la elección municipal en Córdoba, en una burda maniobra para imponer su narrativa por encima de la voluntad ciudadana. Rodeado de sus voceros a modo y sin respaldo legal, el candidato pretendió validar su “triunfo” con encuestas de salida de dudosa procedencia.
El espectáculo mediático que montó no es más que una estrategia desesperada para posicionarse antes de que las autoridades electorales evidencien las irregularidades cometidas en su campaña: compra de votos, uso de recursos públicos y financiamiento ilícito operado por los mismos intereses empresariales que han saqueado Córdoba por años. Su ambición desmedida lo llevó incluso a tratar de apropiarse de una elección aún no definida, violentando el proceso y la confianza ciudadana.
Este intento de madruguete ha generado repudio entre amplios sectores sociales y políticos, que ven en Alonso Cerezo a un impostor con ínfulas de cacique, decidido a gobernar sin legitimidad. Su mensaje, cargado de arrogancia, busca instalar un gobierno de facto al servicio del dinero, no del pueblo. Córdoba no olvida su historial ni los rostros que lo rodean, y hoy más que nunca exige que se respete el voto y se frene esta imposición disfrazada de “democracia”.
