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Ciudad de México.— La dirigencia nacional de Morena finalmente ha marcado distancia de Miguel Ángel Yunes Linares, exgobernador de Veracruz y figura polémica del panismo que, en los últimos meses, intentó acercarse a la 4T con el mismo cinismo con el que traicionó al pueblo veracruzano durante su mandato.
Tras semanas de especulaciones, se confirmó que Morena no integrará a Yunes en sus filas ni en cargos de representación, cerrándole la puerta a quien, en su momento, encabezó una administración marcada por la represión, el desvío de recursos y la manipulación mediática.
La jugada de Yunes no sorprendió a nadie: su historial está lleno de cambios de camiseta y alianzas por conveniencia. Lo que sí causó indignación fue su intento de colarse en el movimiento que juró combatir. Su acercamiento no fue más que un acto desesperado de sobrevivencia política, que terminó revelando lo que muchos ya sabían: Miguel Ángel Yunes no tiene principios, sólo intereses.
Para militantes fundadores de Morena, su presencia era inaceptable. “No podemos permitir que quienes saquearon Veracruz, quienes gobernaron para unos pocos y reprimieron al pueblo, ahora se disfracen de transformación”, declaró un líder morenista que prefirió el anonimato.
La exclusión de Yunes es un golpe al oportunismo y una señal clara de que Morena, al menos en este caso, no se prestará al reciclaje de personajes que traicionaron la confianza del pueblo. La traición de Yunes a la patria no se olvida: entregó la seguridad del estado a intereses privados, blindó a corruptos con pactos de impunidad y dejó a Veracruz hundido en violencia, pobreza y simulación.
Hoy, al ser desechado como desecho político, Yunes enfrenta el desprecio no sólo del partido que pretendía infiltrar, sino del pueblo que alguna vez juró proteger.
