Adriana Estrada
El Buen Tono
Río Blanco.- En comunidades donde el acceso a servicios médicos es limitado, las parteras tradicionales han sido por décadas el soporte vital para las mujeres embarazadas. Sin embargo, políticas restrictivas las han obligado a derivar partos a hospitales, sin garantizar una atención digna, dejando a las madres en mayor vulnerabilidad, incluso al borde de la muerte.
Manuela Francisca, partera con más de 50 años de experiencia en Ixhuatlancillo, señaló que, aunque las autoridades les han prohibido atender partos en casa, ella y sus colegas siguen apoyando a las mujeres embarazadas, y cuando están a punto de parir las deben canalizar al Hospital Regional de Río Blanco, sin embargo, ahí no reciben la atención necesaria, lo que ha derivado en muertes maternas.
Dijo que, aunque en todos estos años que lleva como partera empírica no ha tenido ninguna muerte materna o fetal, sí ha sido testigo de la falta de atención que se les brinda en el Hospital Regional de Río Blanco, pues de las mujeres que llevó una dio a luz en el pasillo y otra en el baño del nosocomio, porque no fueron atendidas por el personal médico.
Las autoridades insisten en que la medicalización de los partos es “más segura”, pero no invierten en infraestructura, capacitación ni sensibilización del personal hospitalario. La consecuencia es clara: un sistema que obliga a dejar atrás prácticas efectivas para imponer otras negligentes.
Manuela Francisca dijo que las parteras siguen resistiendo y acompañando a las embarazadas hasta donde la ley se lo permite, aunque eso signifique entregarlas a un escenario de desatención, pues es una realidad que en los hospitales existe poca apertura de atención a las mujeres de escasos recursos.
Mientras el sistema de salud no garantice una alternativa real, las parteras como Manuela seguirán siendo, a pesar de las prohibiciones, un refugio para las mujeres más vulnerables. Su lucha no es solo por conservar su oficio, sino por exigir que ninguna madre o hijo muera por negligencia.
