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Paranoia

Superiberia

Por catón / columnista

Estoy embarazada –le anunció Dulcibel a su mamá en el teléfono–. El padre de mi bebé es alcohólico, drogadicto y se dedica al narcomenudeo. Aún así lo amo y voy a casarme con él. Nuestro problema es que no tenemos dónde vivir”. “Eso no es problema –contestó la señora–. Vénganse a nuestro departamento”. Opuso Dulcibel: “Es muy pequeño. Tiene solamente dos recámaras, la tuya y la de mi papá”. “Por mí no te preocupes –replicó la madre–. Después de colgar el teléfono me voy a caer muerta”… La novia de Babalucas era muy romántica. Una noche le pidió, vehemente, a su galán: “¡Dime al oído palabras del corazón!”. Empezó Babalucas a musitarle en la oreja: “Sístole… Diástole… Arritmia… Taquicardia… Ventrículos… Válvula mitral…”… En el confesionario el padre Arsilio le preguntó al penitente: “¿Le eres fiel a tu esposa?”. “Sí, padre –respondió, firme, el sujeto–. Y muy frecuentemente”…

En modo por demás infortunado actuó el Gobierno federal ante la marcha y el paro de labores que millones de mexicanas realizaron para protestar contra los abusos y actos criminales de que han sido y siguen siendo víctimas. En esta ocasión, igual que sucedió con Miguel de la Madrid cuando los terremotos del 85, la sociedad civil rebasó por mucho al Presidente y a quienes lo rodean. Uno y otros mostraron ineptitud y falta absoluta de comprensión de los planteamientos feministas. López Obrador huyó prácticamente de la Ciudad de México, epicentro de la manifestación de las mujeres, y se refugió –por no decir que se escondió– en Fresnillo, Zacatecas, territorio amigo, en vez de permanecer en su puesto para seguir de cerca y escuchar las demandas del movimiento femenil. Luego AMLO vio en la marcha y el paro varias aristas y una vertiente conservadora supuestamente manejada por sus adversarios, a fin de perjudicarlo. Empieza a evidenciarse en AMLO una especie de paranoia.

En todas partes ve moros con tranchete, para usar una expresión que ya no se usa, y en la menor crítica a sus actos descubre una conspiración –“compló”– en su contra. Delirio de persecución, entiendo, se llama esa monomanía propia de quienes piensan sólo en sí en vez de pensar en los demás. El mayor adversario que tiene López Obrador es él mismo, como lo prueba el craso error que cometió al dar la espalda al movimiento feminista y verlo como amenaza a su Gobierno. Muy posiblemente esa equivocada actitud hará que baje más su índice de popularidad, y le enajenará la simpatía de un gran número de mujeres. Casi no pasa día sin que AMLO fustigue a los conservadores. En esta ocasión actuó como el conservador más recalcitrante, incapaz de entender el tiempo actual y la nueva situación de las mujeres en la sociedad. Solamente le faltó hacer una declaración conjunta con el cardenal Sandoval Íñiguez…

Inepcio, muchacho poco docto en ciencias y artes de la vida, contrajo matrimonio. La noche de las bodas se comportó en forma desmañada, pues ninguna experiencia tenía en esos combates, los de amor, que –escribió Góngora– se libran en campo de plumas, o sea sobre un colchón, en términos prosaicos. Al terminar el acto, tan mal actuado por su parte, el imperito galán se disculpó: “Perdóname, Friné. Es que no sé cómo se hace eso”. “Ya me di cuenta –replicó ella–. Espero que al menos sepas cocinar”… El joven Bragueto cortejaba con asiduidad a Aurisa C. Rafames, mujer de edad madura y escasos atractivos, pero dinerosa. Un día ella le dijo, suspicaz: “Creo que me buscas nada más por mis millones”. “¡No me ofendas! –protestó muy digno el pretendiente–. Pero ya que has tocado el tema, dime: ¿cuántos tienes?”… FIN.

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