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Romero blinda a los corruptos; solapa traiciones en el partido

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De la Redacción
El Buen Tono

Córdoba.- La visita del dirigente nacional del PAN, Jorge Romero, a Córdoba, dejó más dudas que certezas. En lugar de reforzar la unidad del partido, su presencia terminó evidenciando la profunda crisis ética, política y estructural que atraviesa el panismo veracruzano. Con evasivas y frases prefabricadas, Romero evitó pronunciarse sobre los escándalos que ensombrecen a su militancia, y prefirió proteger a quienes hoy representan la antítesis de los valores que el PAN presume defender.
Uno de los casos más vergonzosos es el de la ex alcaldesa Leticia López Landero, señalada por el Orfis por un daño patrimonial superior a los 107 millones de pesos durante su gestión. Pese a las pruebas oficiales, el PAN no ha emprendido acción alguna para sancionarla, y mucho menos ha roto con ella. Por el contrario, se le permite operar políticamente desde las sombras y mover piezas clave en la actual campaña, en abierta traición a la militancia honesta.
A esto se suma el cinismo con que Romero justifica la inclusión de perfiles reciclados de otros partidos como Víctor Serralde y José Medina Rhame, señalados por corrupción y oportunismo político. Mientras panistas de base son marginados, se premia a quienes representan intereses personales y no principios partidarios. La dirigencia nacional, lejos de depurar, ha convertido al PAN en una plataforma para intereses ajenos.
En Córdoba se ha documentado cómo panistas que aún cobran como regidores o ex funcionarios trabajan abiertamente para la campaña del lavador del crimen organizado, líder del cártel inmobiliario, Manuel Alonso Cerezo, candidato impugnado de Morena. Romero no sólo omitió condenar esta traición, sino que se limitó a repetir que “el PAN compite con fuerza”, sin explicar cómo se puede competir cuando se apoya al adversario desde dentro.
La gira de Jorge Romero en Veracruz no reforzó al PAN: lo hundió más. Su negativa a enfrentar la corrupción interna, su tolerancia a la doble militancia y su respaldo tácito a personajes con historial cuestionable confirman que la dirigencia ha perdido el rumbo. El PAN, que alguna vez fue símbolo de ética en la política mexicana, hoy parece ser sólo un refugio para ambiciosos sin ideología.

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