


Alejandro Aguilar
El Buen Tono
Córdoba.- El Ayuntamiento incumplió su parte del trato al no dotar al mercado de las condiciones mínimas para operar, y al mismo tiempo, permitió que el comercio ambulante continuara en las calles, señaló Luminosa Ameca Vázquez, presidenta de la asociación de locatarios.
El Mercado la Isla, un proyecto que en su momento prometió ser un punto de revitalización comercial y un hogar digno para cientos de vendedores reubicados, se erige hoy como un monumento al abandono y la desidia institucional del Ayuntamiento.
La administración municipal encabezada por Juan Martínez deja como legado para este espacio una estela de promesas incumplidas, gestiones opacas y una falta de atención que ha condenado al fracaso a los locatarios que confiaron en el proyecto.
Ameca Vázquez relata una historia de omisiones graves. La situación es crítica: el mercado carece de lo más elemental. La falta de alumbrado adecuado es una de las carencias más flagrantes, hasta el punto de que los comerciantes han tenido que costear de sus bolsillos una solución precaria para tener luz. La pintura se desmorona, los bajantes de agua fallan causando inundaciones cuando llueve, y ni siquiera existe una señalización clara que indique a los ciudadanos que se trata de un mercado, convirtiéndolo en lo que Luminosa describe como un “elefante blanco”, invisible y desconocido para la mayoría de la población.
La gestión municipal se revela como particularmente obscena al analizar el caso de los baños. Estos generan ingresos diarios por su uso, un recurso que, en teoría, debería reinvertirse en el mantenimiento del inmueble. Sin embargo, el dinero recaudado desaparece en las arcas municipales sin que se vea reflejado en mejora alguna. Es un símbolo potente de la administración: se extrae recursos de los comerciantes y de los ciudadanos que los usan, pero no se devuelve nada a cambio. El Ayuntamiento actúa como un casero ausente que cobra la renta, pero no repara el techo que se cae a pedazos.
De los 130 locatarios iniciales, apenas una fracción logra mantenerse. Muchos han emigrado o abren sus locales sólo por breves períodos, ante la imposibilidad de generar ventas en un lugar fantasmal, sin promoción y sin la clientela que sí tenían cuando estaban en la vía pública. La ironía final es que el objetivo original de reubicar a los vendedores ambulantes para ordenar la ciudad ha fracasado por completo. El Ayuntamiento incumplió su parte del trato al no dotar al mercado de las condiciones mínimas para operar, y al mismo tiempo, permitió que el comercio ambulante continuara en las calles, dejando a los reubicados en el más absoluto desamparo y en una clara desventaja competitiva.
La situación de la Feria del Juguete, un evento tradicional que era el sustento de muchos, encapsula esta cadena de negligencias. Desde hace tres años, los locatarios son empujados de un lugar a otro, obligados a buscar por su cuenta un espacio accesible porque el que siempre usaron, anexo al mercado, ha sido puesto a la venta sin que exista un plan para ellos. La administración municipal ha sido completamente incapaz de garantizar la continuidad de esta importante actividad económica.
El único gesto del Cabildo, una pavimentación perimetral mínima, es presentado como una gran obra en sus informes, un acto de maquillaje que pretende ocultar la podredumbre estructural del abandono. Al final, el balance de la administración que termina es el de un fracaso absoluto.

