

Este mes, el icónico estudio japonés de animación Ghibli celebra su 40º aniversario, consolidándose como una leyenda viva del cine animado. Fundado en 1985 por los visionarios Hayao Miyazaki e Isao Takahata, el estudio ha enamorado a generaciones con relatos cautivadores y un universo visual completamente dibujado a mano, que ha resistido a la era digital con una autenticidad sin igual.
Desde la ternura de Mi vecino Totoro hasta la profundidad de El viaje de Chihiro —ganadora del Óscar en 2003—, Ghibli ha demostrado que la animación puede ser poética, filosófica y a veces incluso oscura. Este año, el estudio sumó un segundo Óscar a su colección gracias a El Niño y la garza, reconocida como mejor película de animación en 2024, confirmando que la magia sigue viva.
Pero más allá de los premios, Ghibli ha conquistado corazones. “Probablemente veo Chihiro diez veces al año”, confiesa Margot Divall, fanática de 26 años. Y no es la única: en redes sociales, los homenajes al “estilo Ghibli” abundan, incluso generados por inteligencia artificial, lo que ha abierto un debate sobre los derechos de autor y la esencia del arte hecho a mano.
🌑 Detrás de la dulzura, una sombra
Lejos de ser solo cuentos coloridos, las películas de Ghibli están cargadas de capas emocionales. “Hay un ‘olor a muerte’ en sus obras”, explicó Goro Miyazaki, hijo del fundador, aludiendo a la herencia de una generación marcada por la guerra. Totoro, aunque adorable, trata en el fondo el miedo a la pérdida, mientras que La princesa Mononoke aborda con crudeza el conflicto entre el progreso humano y la naturaleza.
Susan Napier, autora del libro Mundo Miyazaki, lo resume así: “Ghibli no teme mostrar que luz y sombra coexisten. Eso los distingue de las producciones animadas occidentales, donde el bien y el mal están claramente separados”.
🍃 Un legado ecologista y espiritual
La conexión entre los humanos, la naturaleza y los espíritus es una constante en el universo Ghibli. Películas como Nausicaä del Valle del Viento o La princesa Mononoke no solo son visualmente impresionantes, también lanzan potentes mensajes sobre el medioambiente, el pacifismo y la coexistencia.
El compromiso político y cultural de Miyazaki y Takahata también se refleja en su formación: ambos eran grandes lectores, influenciados por autores franceses como Saint-Exupéry, el cineasta Paul Grimault y el canadiense Frédéric Back.
✨ ¿Y ahora qué?
Con el retiro de Hayao Miyazaki a sus 84 años, y tras el fallecimiento de Takahata en 2018, el futuro del estudio es incierto. El Niño y la garza podría ser su última gran obra. Sin embargo, como bien afirma Margot Divall: “Ghibli sobrevivirá mientras no pierda su belleza, y mientras el esfuerzo, la atención y el amor que lo sostienen permanezcan intactos”.
En una era dominada por algoritmos y rapidez, Studio Ghibli es un recordatorio de que la paciencia artística y la emoción profunda todavía tienen un lugar. Y ojalá lo tengan por muchos años más.
