in

Un hombre sin visión

PUBLICIDAD publicidad

 

En verdad parece que hay gente que no se da cuenta de la importancia de su cargo. O del peso de sus declaraciones. En días pasados, y en el marco de la 39 sesión ordinaria del Consejo de Universidades Particulares e Instituciones Afines, celebrada en el Tecnológico de Monterrey, Enrique Fernández Fassnacht, el secretario general de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, la ANUIES, declaró que las universidades tienen la obligación de evitar que los estudiantes piensen que ‘es más gratificante ser político o narcotraficante que profesionista o científico’.

Es un verdadero despropósito. Una declaración desafortunada, si no es que francamente irresponsable. La política en nuestro país pasa por momentos difíciles, en los que la necesidad de tener hombres y mujeres comprometidos y honestos es más que evidente. Las instituciones de educación superior deberían de estar preocupadas por formar a los líderes del futuro, con valores éticos y dispuestos a trabajar por un país mejor. A final de cuentas, los ciudadanos que llevarán las riendas de la nación en el futuro se encuentran hoy en las aulas, preparándose y estudiando: el equiparar políticos y narcotraficantes es desvirtuar una tarea que debería ser una prioridad para las universidades. ¿Quién cree el señor Fernández que dirigirá al país en unos cuantos años?

México se encuentra en una situación preocupante, en la que existen múltiples aristas que hacen del gobernar una labor compleja y llena de retos. Retos que sólo pueden superarse a través del estudio y la reflexión aplicada en hechos concretos. Esa reflexión, esa capacidad de análisis, sólo puede adquirirse en las universidades, y debe fortalecerse con valores éticos y una conciencia plena del papel del profesionista en los asuntos públicos. Y esos profesionistas son los que harán la política del mañana. Pero no, el señor Fernández no cree en eso. Para él, las universidades deben de tener la obligación de desincentivar el llamado a la política: debe de ser más gratificante ser profesionista o científico que entregarse al servicio público.

El narcotráfico es una actividad que, además de ilícita, es profundamente inmoral. Envenena a la sociedad entera, y debilita a las instituciones con su gran poder corruptor. Es fuente de violencia, de codicia, de las peores facetas del ser humano. La política, por otro lado, es una actividad que debe de buscar el bien común y cuyo correcto ejercicio puede tener grandes repercusiones en la sociedad entera. La política es el arte de negociar, de escuchar al adversario, de sentar las bases mínimas de convivencia y lograr resultados que permitan visiones diversas en un mismo plano. Es el mayor grado de civilidad, de convivencia, la arena en que se pueden resolver las diferencias antes de que los adversarios se conviertan en enemigos. ¿En verdad, señor Fernández, cree que es prudente, responsable, maduro, congruente o, al menos, atinado, meter narcotráfico y política en un mismo saco? ¿Se imagina el país que tendríamos dentro de treinta años si las universidades renunciaran a formar a los líderes del futuro?

Al contrario. Es justo en este momento en el que las universidades deberían de poner toda su atención en la política, y formar ciudadanos que encuentren gratificante la tarea de gobernar. Los planes de estudio deberían de reforzarse, e incorporar asignaturas de ética aplicada a todas las carreras. México necesita de más y mejores profesionistas y científicos, es cierto, pero también de más y mejores políticos, de más ciudadanos que estén dispuestos a comprometerse con su país. 

Y, si de verdad cree el señor Fernández que las instituciones de educación superior del país están obligadas a evitar que los estudiantes piensen que la política puede ser una actividad gratificante, e incluso la compara con el crimen organizado, en realidad no ha entendido el rol de las universidades en la vida pública del país. Y mucho menos su papel como secretario general de una institución tan importante y necesaria en este momento.

La universidad es un punto de encuentro, un foro para debatir, una puerta al mundo entero. Es el lugar para aprender y para formarse, para llegar de los conceptos a los hechos, para entender y respetar las ideas de los otros. 

Es, precisamente, el lugar para aprender a hacer política de manera correcta. En realidad, la responsabilidad de las universidades debería de ser el mostrar a los estudiantes que la política, el servicio público, puede ser una actividad gratificante sin tener que ser deshonesta. Fernández, sin embargo, no lo entiende así. No entiende ni lo que es la política, ni el rol de la universidad en la formación de ciudadanos comprometidos con ella. Una visión tan limitada sería preocupante en un catedrático común y corriente: en el secretario general de la ANUIES es francamente inadmisible.

CANAL OFICIAL

La apuesta del 1 de diciembre

Sorprende suspensión de clases escolares