AGENCIA
XALAPA.- El senador Miguel Ángel Yunes Márquez protagonizó una tensa confrontación en el Senado al abandonar por completo el debate sobre vapeadores para responder a los señalamientos de la dirigencia panista. Su intervención, más emocional que política, se centró en reivindicar el papel de su familia dentro del PAN y minimizar las críticas en su contra.
Sin embargo, voces dentro y fuera del partido recordaron que quien realmente abrió las puertas del blanquiazul en Veracruz fue el músico veracruzano Roberto Bueno Campos, un ciudadano que —mucho antes de la llegada de los Yunes— logró que el puerto diera una oportunidad al PAN por confianza y convicción. Después vinieron “otros”, y con ellos un rumbo distinto que, para muchos, marcó el inicio del deterioro interno.
La disputa escaló cuando el panista Marko Cortés lanzó desde tribuna un señalamiento directo a “los chapulines”, en clara referencia a la familia Yunes, acusándolos de haber abandonado al partido por miedo a la justicia o por interés económico. La respuesta de Yunes Márquez fue airada y desbordó el tema legislativo: arremetió contra la dirigencia del PAN, la acusó de mediocridad y afirmó que su familia había dado millones de votos al partido durante dos décadas. No obstante, entre militantes y ciudadanos persiste la percepción contraria: cuando llegó el momento de defender la democracia y el poder Judicial, el pueblo se sintió traicionado, y aunque el senador insista en reivindicar su legado, para muchos no hay defensa posible. La llegada de los Yunes al PAN, sostienen críticos internos, no fue su salvación, sino el inicio de su desgaste.
Yunes Márquez aseguró haber guardado silencio ante un presunto “linchamiento orquestado”, pero afirmó que era momento de responder, lo que confirmó su ruptura total con el blanquiazul. Reiteró que volvería a votar a favor de la Reforma Judicial y reivindicó su alineación con el proyecto político en el poder, mientras descalificaba a sus críticos llamándolos “miserables”. Sin embargo, más allá de su discurso, la narrativa pública señala un hecho difícil de ignorar: el PAN no perdió Veracruz en 2018, lo perdió Yunes. El hartazgo ciudadano, acumulado tras su paso por el poder, marcó el ocaso de la influencia que la familia presume.

