

Brasil.- En un discurso especialmente combativo minutos después de ser apartada del poder, Dilma Rousseff, aún desde el Palacio presidencial, llamó a los brasileños que están contra el golpe cometido para que se mantengan movilizados, unidos y en paz. Rousseff no se resigna y está dispuesta a pelear por volver a ser presidenta. Horas antes, el Senado, en una sesión de 21 horas ininterrumpidas, había votado (por 55 a 22) a favor del impeachment, obligándola a abandonar sus funciones presidenciales. Mientras, el nuevo presidente interino, Michel Temer, anunciaba un Gobierno centrado en la economía.
Rousseff tardó en hablar porque el secretario del Senado que llevaba en mano la notificación oficial que la apartaba del poder se retrasó por culpa de un atasco. Pero al final llegó y le entregó en mano el papel: “Señora presidenta: se le hace saber por medio de esta notificación que está instaurado el proceso de impeachment. (…) Y queda suspensa del cargo de presidenta (…) con derecho a residencia oficial, seguridad, servicio médico y transporte aéreo y terrestre”.
Ya oficialmente sin el cargo de presidenta, Rousseff acudió a la tribuna: “Vamos a demostrar al mundo que hay millones de defensores de la democracia en Brasil”. Afuera, enfrente del palacio del Planalto, cerca de 3 mil personas se congregaban para acompañar a la presidenta en su último día.
Lo que los senadores decidieron este jueves, de facto, es la apertura formal del impeachment, el proceso de destitución, el juicio político que discurrirá en el Senado como máximo y a partir de este viernes durante 180 días. En estos seis meses los senadores discutirán si Rousseff cometió un “crimen de responsabilidad” hacia la República al alterar las cuentas públicas para equilibrar los balances presupuestarios a base de pedir dinero a grandes bancos públicos.
Una posterior votación, que se celebrará probablemente en octubre, decidirá el destino final de Rousseff. Para entonces no servirá sólo la mayoría simple. Serán necesarios dos tercios, esto es, 54 senadores. De ahí que el resultado de este jueves sea significativo. Pero todo eso queda lejos, de cualquier manera. Lo determinante es que durante todo ese tiempo la presidenta deja de ser presidenta real. El poder, automática y plenamente, pasa a las manos del vicepresidente, Michel Temer, hasta hace un mes y medio aliado político de Rousseff y ahora su peor enemigo y, en palabras de ella misma, “el padre de los conspiradores”.
