

Es deprimente la situación del priismo veracruzano que sigue pasmado tras la derrota en los comicios del 5 de junio, con la cual no sólo se les echará de Palacio de Gobierno, sino que fue menguado de la mayor parte del territorio estatal. Ya transcurre la segunda semana después del tsunami electoral y no logran reponerse, no saben cómo hacerlo y dan manotazos en la oscuridad. De entrada, anuncian la impugnación de la elección, con el agregado de que piden recuento total y hasta la anulación de la misma, pero eso no prosperará jurídicamente y sólo aumentará el ridículo.
A los priistas se les vuelve en su cara lo que dijeron burlones a sus adversarios durante muchos años: quieren ganar en la mesa lo que no pudieron ganar en las urnas. Empero, lo más lastimoso es que no hay quién lidere al partido que quedó, en los hechos, acéfalo y en la desolación. El vetusto Amadeo Flores Espinosa sigue paralizado y aferrado al cargo, aun cuando debió presentar su renuncia al día siguiente de la elección. Amadeo Flores abraza la negación y costea gacetillas en la prensa, para quejarse de que lo están ‘zopiloteando’. Lo peor es que hay quienes lo secundan y defienden su permanencia al frente del partido, aunque eso sea un suicidio político.
La historia del mismo partido enseña que sostener a un líder perdedor es camino hacia más descalabros. En el año 2000, la exgobernadora yucateca Dulce María Sauri Riancho, era la dirigente nacional del tricolor cuando se dio la derrota histórica frente al panista Vicente Fox. El candidato perdedor, Francisco Labastida, entendió el contexto y se retiró en silencio, pero las corrientes del priismo se negaron a aceptar la renuncia de la señora Sauri y la sostuvieron hasta el 2002, cuando ya era muy tarde para reorganizar el partido y poder recuperar la Presidencia en el 2006.
Roberto Madrazo llegó a tratar de reorganizar la estructura del tricolor y con ello preparar su candidatura, pero ya se había perdido un tiempo valioso. Más aún, porque ya no tenía la figura presidencial como liderazgo supremo sobre el cual giraban sectores, corrientes y proyectos. El resultado fue la derrota todavía más lastimosa de 2006, cuando el partido cayó hasta el tercer lugar en la votación. Hoy en Veracruz es un espejo de eso, porque el tricolor está a la deriva, hay presidente del Comité Directivo Estatal, pero no liderazgo ni tampoco líder natural que lo aglutine, pues el gobernante en turno es un cadáver insepulto y maloliente que nadie acepta como factor de unidad ni de recomposición.
Sin hablar mucho de los ‘difuntos’, es menester decir que Héctor Yunes también está descalificado para liderar al PRI, porque es un candidato perdedor. Aunque también pague gacetillas en prensa para que le quiten la responsabilidad de la derrota, ni volviendo a nacer lo logrará. Es y será el candidato fallido, ya pasó a la historia como tal, sin contar con que es mentira lo que dicen sus biógrafos de que fue un “excelente candidato”, que tuvo que luchar contra el desprestigio de su partido y del Gobierno Estatal. No es cierto, Yunes Landa fue un mal candidato, antipático, que nunca fue un imán de las multitudes, y con un desempeño público cuestionable. Así, su desdoro se sumó al desprestigio del partido y del gobernante. Fue la suma de todo malo.
Si el PRI tuviera una vocación democrática, progresista y con una tradición de liderazgos arraigados en el apoyo popular, Yunes Landa sería el ideal para tomar las riendas del partido y prepararlo para la revancha del 2018 e incluso, si gozara de autoridad moral y política, sería el obligado candidato a esa contienda –que dicen que es lo que quiere y por eso reventará el acuerdo que tiene con José Yunes Zorrilla-, pero como el tricolor es un partido clientelar, de cúpulas y de enjuagues,. y Yunes Landa carece de liderazgo real, entonces poner a un candidato perdedor a guiar el renacimiento del partido es una contradicción de la lógica política.
EXPULSIÓN Y DEPURACIÓN
Yunes Landa que regrese a desquitar el sueldo en el Senado o que se retire a cuidar a sus nietos, como había prometido tras los comicios del 5 de junio. El tricolor no requiere de reciclados sino de una purga interna. Para empezar, echar a Amadeo Flores del cargo, así como al resto de los ViVis –”Viejos Vividores” según la terminología del maestro Luis Velázquez-, que ya no son garantía de nada. Debe también cerrar la puerta a los alfiles de la fidelidad que buscan adueñarse del cascarón partidista por órdenes del innombrable: Jorge Carvallo, Américo Zúñiga, Erika Ayala, Erick Lagos, Alberto Silva, Gabriel Deantes o Juan Carlos Molina y otros tantos más impresentables.
En tercer lugar, procesar el señalamiento que el propio Héctor Yunes hizo contra el titular del Gobierno Estatal, de apoyar a un partido de oposición –al Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y a su candidato, Cuitláhuac García, de quien dijo que cada semana acudía a Casa Veracruz, donde supuestamente recibía recursos financieros para su campaña- y apurar a su expulsión de su partido.
Esto es, quizás, lo más urgente, pues si Javier Duarte es encarcelado por el nuevo Gobierno, aun siendo militante será una lápida que no se podrán quitar los priistas veracruzanos y que les costará las elecciones de 2017 porque a la vez será la mejor bandera de la oposición para desacreditar a sus candidatos. Entre más rápido expulsen al cordobés por la traición al tricolor, más pronto se librarán del lastre que les representa y se facilitará la tarea de dar una imagen de renovación partidista.
También al PRI le urge regresar a su militancia, luego de que se demostró que el llamado “voto duro” que presumía, está pulverizado. Los análisis indican que de los 900 mil votos que obtuvo Yunes Landa, sólo el 30 por ciento – unos 270 mil votos- son el residuo de ese “voto duro” que durante mucho tiempo se mantuvo en los 600 mil sufragios. El resto, es decir el 70 por ciento, corresponde a votos obtenidos clientelarmente, por los mecanismos de fraude tradicional y por la compra directa a ‘puerta de casilla’. Esto demuestra que el tricolor descuidó su militancia ideológica y la convirtió en meros votantes por conveniencia, a cambio de dádivas.
El panorama catastrófico actual apunta a deducir que será casi imposible que el priismo veracruzano se levante para el 2017. No les dará tiempo si continúan pasmados y sin reinicio ideológico. Ante eso, sólo hay dos opciones. Una, -la versión que comenzó a deslizarse en las horas recientes- es que desde el altiplano envíen un delegado para tratar de recoger los pedazos y rehilar la militancia. La segunda –defendida por militantes pensantes de la entidad- que sea el senador José Yunes Zorrilla quien retome las riendas del partido, aun cuando eso represente una espada de doble filo, pues si el PRI ahonda su debacle en los comicios municipales de 2017 -lo que es casi una seguridad-, las aspiraciones del peroteño podrían hacerse humo, pues quedaría descartado o al menos muy disminuido para competir en el 2018. He ahí el dilema.
MAYORÍA OPOSITORA
Tras concluir el cómputo de los comicios en el Distrito de Cosoleacaque, donde la diputación será finalmente para la candidata de Morena, María del Rocío Pérez, que se impuso con una diferencia de 375 votos sobre la priista Carla Enríquez Merlín, exfuncionaria estatal e hija de la Diputada Local, Gladys Merlín Castro -e integrante de la familia Merlín, caciques que han dominado a sangre y fuego parte del Sur veracruzano-, se definió también la composición de la 64 Legislatura Estatal que entrará en funciones el 4 de noviembre próximo.
Será un congreso con equilibro de fuerzas políticas, pero que tiene la características de lograr mayorías simples y calificadas contra el Revolucionario Institucional, que es el partido que dejará el poder. La alianza PAN-PRD que tendrá 22 curules, 13 de mayoría relativa, es decir, de los distritos ganados en las urnas, y 9 por la vía plurinominal, mientras que Morena ocupará 13 escaños, ocho de mayoría relativa y cinco plurinominales, y el PRI tendrá 15 curules, 9 por los distritos donde triunfó y seis asignadas plurinominalmente. Esto de acuerdo a los cálculos previos.
La mayoría simple se logra si los partidos PAN, PRD y Morena, se unen, pues acumulan 35 votos, pero también ambos logran una mayoría calificada, es decir, que podrían reunir los votos de las dos terceras partes de la composición parlamentaria que son 34. Con esa mayoría podrían modificar la Constitución Local, aprobar nombramientos medulares de funcionarios e incluso lograr la destitución del Fiscal General, Luis Ángel Bravo Contreras, del próximo Fiscal Anticorrupción, del contralor general del Estado y de la presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), Namiko Mazutmoto.
El gobierno que encabezará Miguel Ángel Yunes Linares ha anticipado que pediría al Congreso Local la destitución de esos funcionarios, y al parecer podría tener éxito en echarlos del cargo, pues los líderes y activistas de Morena también han descalificado el desempeño de estos funcionarios y es impensable que los vaya a proteger, pues si votan por mantenerlos en sus puestos, traicionarían a las miles de víctimas que han sufrido abuso, omisiones e indiferencias de esos funcionarios.
Por el contrario, si el PRI con diputados pretende unirse con Morena, lograría acopiar 28 votos, lo que hace una mayoría simple, lo que sin duda tendrá que dar pie al cabildeo y a la negociación. Empero, la unión de esas dos fuerzas no alcanza para tener una mayoría calificada, pues le faltarían seis votos para obtenerla, y eso es un revés para el priismo que deja el poder y especialmente para el gobernante en turno y su antecesor, el innombrable que pretendía mantener influencia transexenal a través de sus alfiles en el Congreso Local.
Es interesante el reacomodo político en los distritos ganados por las tres fuerzas: la coalición PAN-PRD (Tuxpan, Poza Rica, Martínez de la Torre, Coatepec, Emiliano Zapata, Veracruz Rural y Urbano, Boca del Río, Medellín, Huatusco, Zongolica, Cosamaloapan y Santiago Tuxtla), el PRI (Pánuco, Tantoyuca, Alamo, Papantla, Misantla, Perote, Córdoba, San Andrés Tuxtla y Acayucan) y Morena (Xalapa Urbano y Rural, Coatzacoalcos Urbano y Rural, Orizaba, Cosoleacaque, Minatitlán y Camerino Z. Mendoza).
La lectura para la zona Centro del Estado es que se convirtió en un bastión opositor al PRI, pues de los cinco distritos –Zongolica, Camerino Z. Mendoza, Orizaba, Córdoba y Huatusco- sólo en Córdoba ganó el tricolor pero con un escaso margen de 15 votos de diferencia y se irá a tribunales el resultado con el riesgo de que se anulen los comicios. En Orizaba, la sorpresa fue el triunfo del joven profesionista Rogelio Rodríguez García, con una campaña austera que derrotó tanto a candidatos del PAN-PRD y del PRI, y sus aliados.
Rodríguez también hizo morder el polvo al inefable Fidel Kuri Grajales, que actualmente es Diputado Federal por ese Distrito y metió la mano en todo el asunto electoral. En Camerino Z. Mendoza Morena también con el candidato Nicolás de la Cruz, venció a la Iglesia Católica en la figura del candidato del PRI, Jorge David Reyes, sobrino del Arzobispo de Xalapa, Hipólito Reyes Larios y en Zongolica se puso fin a los cacicazgos feroces que controlaban la Sierra con el triunfo de la panista, Dulce María García López, aunque, paradójicamente, su familia es uno de esos grupos caciquiles de la zona y entonces ahí aplica el dicho de que “para que la cuña apriete, tiene que ser del mismo palo”.
