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Goma de mascar

Superiberia

La historia del chicle —como lo conocemos hoy— empieza con el expresidente de México Antonio López de Santa Anna. Cuando este señor dejó de ser Presidente se fue a vivir a Estados Unidos. Ahí conoció al fotógrafo e inventor Thomas Adams, a quien le contó el proyecto que estaba planeando: aprovechar la resina del árbol llamado chicozapote, originario de Yucatán.
Al exPresidente se le ocurrió esta idea porque la resina —que es una sustancia que se extrae de algunas plantas y árboles— es un material barato, pegajoso y muy resistente, que antes se usaba para hacer las llantas de los carruajes.
En realidad, Antonio López de Santa Anna no fue el primero en querer utilizar esta resina. Los arqueólogos aseguran que hace 2 mil años los mayas —que vivían en Yucatán— realizaban cortes en los árboles chicozapote para extraer su resina, la cual ponían al sol para que se secara y cuando ya estaba chiclosa la masticaban para limpiar sus dientes.
La palabra chicle deriva del náhuatl tzictli: chicle.
UN BUEN NEGOCIO
Antonio López de Santa Anna le vendió una gran cantidad de resina a Thomas Adams, y él intentó fabricar juguetes, llantas, máscaras y botas con este material, pero nunca obtuvo buenos resultados. Creyendo que el negocio era un fracaso, Antonio López de Santa Ana ya no quiso seguir con el experimento.
Fue entonces que Thomas se asoció con un señor llamado John Baker Curtis, y tuvieron la idea de agregar otros ingredientes a la resina —parafina y saborizantes— para crear una golosina que se pudiera masticar, aunque no comer. Los primeros chicles se vendieron en cajas de colores y la marca se llamó Adams New York No. 1.
Pasaron algunos años, y en 1871 agregaron otros ingredientes al chicle para que se pudieran hacer bombas con él —lo cual es muy divertido—. Vendieron esta golosina con el famoso nombre de Chiclets Adams.
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