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Nudo gordiano Agresiones y denuncias  

Superiberia

Por: YURIRIA SIERRA  / columnista

Es una ola de denuncias que no para. Llevamos varias semanas contando víctimas y viendo caer ídolos, personajes que en menos de 24 horas se convierten en villanos. Todos ellos, aludiendo a lo que alguna vez dijo Frank Underwood, sobre que el sexo no se trata de poder, sino que el poder se trata de sexo. Louis C. K., Charlie Sheen, Steven Seagal, Brett Ratner, James Toback, Kevin Spacey, Dustin Hoffman, Terry Richardson, Danny Masterson, Bill Cosby y Harvey Weinstein, entre otros. Todos ellos acumulan más de 160 denuncias públicas, algunas de ellas por acoso, otras más por abuso sexual. En consecuencia, a unos se les rompieron sus relaciones de trabajo o de familia, otros han tenido que aceptar sus actos y ofrecer una disculpa, como único acto expiatorio y como si éste fuera suficiente para resarcir el daño, aunque más que para reivindicarse, para callar a una opinión pública que, al parecer, es la única encargada de emitir una condena. Y es que de esas 160 denuncias públicas, no más del 20 por ciento son denuncias penales. De ese tamaño es el abuso, que inicia cuando se usa una posición de poder para obtener por la fuerza cualquier cosa, desde un favor hasta una gratificación sexual. Pero también de ese tamaño es el miedo y las deficiencias de la cultura de la denuncia, que para nuestra desgracia, tiene muchas causas.

Aunque el tema es mucho más profundo, no sólo si lo reducimos al caso de lo que ocurre en la industria del entretenimiento en Hollywood o en cualquier otro sector que involucre a figuras públicas en cualquier parte del mundo; imaginemos lo que ocurre a nivel doméstico, a lo que no se vive en nuestro entorno más cotidiano. En México, por ejemplo, según la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones de los Hogares de 2016 del INEGI, este es el panorama de violencia contra las mujeres: el 43.9 por ciento de ellas ha sido agredida en algún momento de su matrimonio o noviazgo; el 38.7 por ciento ha sufrido alguna agresión de parte de un desconocido; el 34.4 por ciento de las mayores de 15 años ha padecido el horror de algún acto de intimidación, acoso, abuso o violación sexual; el 26.6% de las mujeres con actividad laboral ha vivido una experiencia desagradable de tipo sexual o de discriminación por razones de género. Si lo vemos desde el ámbito escolar, el 25.3% de las mujeres ha sido agredida por compañeros, compañeras o maestros; de estas agresiones, las dos más recurrentes son los golpes y las sexuales.

Las cifras son altísimas y preocupantes, pero más preocupa que del total de todos los casos que documentó el INEGI, menos del 10% se convirtió en un expediente en los archivos de las autoridades. Y es que del total de mujeres que han experimentado este tipo de actos, sólo el 9.4% de ellas presentó una denuncia, otro reducido 2.2% pidió el apoyo de alguna institución. El resto no generó ni una ni otra. Momentos que se quedaron entre el agresor y la víctima, sin nada que genere consecuencias.

El hallazgo de estos datos llevó al INEGI a buscar las causas de esa falta de denuncias, lo que encontró es igual de alarmante: el 43.5% de las mujeres que han experimentado algún tipo de violencia, ya sea en casa, trabajo o escuela, no le dan importancia al hecho, porque sienten que no afectó sus vidas y por eso no denuncia; el 15.4% no acude con alguna autoridad, por miedo a una represalia por parte de su agresor; el 11.7% siente vergüenza y por eso calla; el 13.5% no levantó ni un acta de hechos, porque no sabe dónde hacerlo; el 10.6% no dice nada porque piensa que no le van a creer o que será criminalizada, por esa recurrente idea de creer que “algo habrá hecho” para provocar al agresor.

Las denuncias públicas desde luego que ayudan, dan visibilidad a un tema que es por demás urgente atender. Gracias a una primera denuncia, en Hollywood han llegado más por decenas. Para eso sirve poner asuntos sobre la agenda. Pero, sin duda, el siguiente paso es que un tema como la violencia de género quede debidamente asentado en las denuncias necesarias que generen una consecuencia, para también así, de esa forma, contribuir a que no siga.

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