


Hace poco se cumplieron los primeros nueve meses de la administración municipal que encabeza Tomás Ríos. Ya en Comunicación Social, en la Particular, y en un par de otras oficinas, se cocina lo que pudiera ser el Primer Informe de Labores, aunque los involucrados reconocen que hay tan poco qué informar, que las primeras reuniones para preparar ese Informe se han ocupado más en planear el festejo (que para eso sí que han sabido planear y gastar –sobre todo gastar) que en el documento que leerá el alcalde por allá de diciembre o algo así.
Al respecto de los primeros nueves meses de actividad gubernamental, quiero dedicar este espacio de la página tres de El Buen Tono que agradezco me presten en esta ocasión. Si pocos saben lo que se ha hecho en estos meses en la administración municipal cordobesa, casi nadie sabe de un hallazgo interesante que tuvo lugar por allá por finales del mes pasado.
Pocos se enteraron, porque el hallazgo fue temprano, a la hora de iniciar labores, y ya es sabido que pocos llegan a esa hora a laborar. De hecho, desde hace unos 24 años, Jaime (nombre ficticio para evitar que lo descubran) es el primero que llega a su oficina en el segundo piso de la presidencia municipal de Córdoba. Su discreción, su callada labor diaria y su burocratísimo aspecto le ayudan a pasar casi desapercibido para el resto de quienes ahí laboran o por lo menos cobran.
Es por esa razón que Jaime ha durado tanto en su burocrático empleo. Alcaldes fueron y alcaldes vinieron, cambiando cada tres años al jefe de Jaime y de los más de ocho jefes que ha tenido, Jaime todavía no conocía al último, pues desde que la actual Administración tomó posesión (así se dice en el argot burocrático), su jefe no había ido a laborar hasta hace dos días, y eso porque la presión de El Buen Tono era ya insoportable para el susodicho jefe y para sus cercanos.
Pero aquí la historia no es sobre Jaime ni sobre el aviador de su jefe, sino sobre un “paquetito” que les dejaron en la escalera de la Presidencia municipal, el cual fue visto primero que nadie por Jaime, pues ya les comenté que es el primer servidor público que llega a laborar. Iba dispuesto a subir la marmoleada escalera cuando escuchó el ruido y notó el paquetito, y al acercarse le tocó el hallazgo de un bebé abandonado.
Jaime lo tomó en sus brazos y lo subió a su oficina, en donde además sabía que podía asear al bebé, pues el baño privado de su Director nunca se usaba (porque el Director nunca estaba, ya sabemos). El caso es que después de asear y alimentar al bebé, esperó pacientemente la llegada del profesor Secretario.
No sabemos nada de la reacción del profesor Secretario respecto del hallazgo, pero sí sabemos que ni mandó el bebé al DIF ni dio parte a Institución alguna. El protocolo para responder municipalmente a este tipo de hallazgos, explicaba el maestro Secretario, se había perdido en los archivos borrados de las computadoras que entregó la anterior administración. Y si existía algún protocolo impreso, estaría allá arriba, junto con el desorden del archivo “muerto” de la contabilidad de los anteriores tres años de gobierno municipal. Así que al igual que sucedía con otras cosas que debía hacer, no sabía cómo proceder en este caso.
Pero al cabo de unos días, el Secretario dictó una orden que fue emitida mediante un memorándum interno:
“De SECRETARIO para R.R.H.H.
— Acusamos recibo de un recién nacido de origen desconocido en la puerta de este Palacio municipal.
— Formen una comisión de investigación para determinar:
A) SI EL ‘ENCONTRADO’ ES PRODUCTO DOMÉSTICO DE ESTE
AYUNTAMIENTO
B) SI ALGÚN FUNCIONARIO DE ESTE AYUNTAMIENTO SE ENCUENTRA INVOLUCRADO EN ESTE
ASUNTO.
Firmado: EL SECRETARIO”.
Jaime no fue parte de la Comisión porque nadie lo pela, según ya sabemos, pero es cierto que ésta se formó e investigó el asunto, pues al cabo de un mes, la multicitada Comisión emitió a su vez un
comunicado:
“De COMISIÓN DE INVESTIGACIÓN para SECRETARIO:
–Tras cuatro semanas de investigación, esta Comisión concluye y le comunica, que el hallazgo NO PUEDE SER producto de este Ayuntamiento por las siguientes
razones:
A) Aquí nunca se hace nada por placer ni con amor.
B) En esta Presidencia municipal jamás dos personas colaboran íntimamente para hacer algo positivo.
C) Aquí nada de lo que se hace tiene pies ni cabeza
D) En nuestros archivos no consta nada que estuviera listo en tan sólo
9 meses.
Firmado: LA COMISIÓN”
El asunto retrata, pues, no solamente la Administración de Tomás Ríos, sino al propio alcalde, ahora nuevamente expuesto a la crítica social y ciudadana cuando mostró su presidencial valemadrismo respecto de que lleva meses pagando por gasolina robada.
Y es que cuando El Buen Tono investigó y comprobó que en la gasolinera en donde cargan todos los vehículos oficiales de la Presidencia municipal sirven litritos de 950 mililitros, fue cuando el alcalde se enteró de este fraude y robo del que la administración cordobesa ha sido también víctima, y le valió sombrilla.
“A mí no me consta” dicen que contestó cuando le preguntaron su opinión al respecto… “Es cosa de Profeco”, dicen que dijo cuando la pregunta fue dirigida a qué pensaba del asunto del robo de gasolina…
Pero, ¿esperaban los cordobeses que su alcalde cuidara con mayor atención y fuerza los recursos que son del pueblo? Esos millones de pesos que al año se gastan en gasolina para las actividades del gobierno municipal, sean éstas las que sean, incluyen desde hace tiempo y siguen incluyendo, un cinco por ciento que simplemente se paga de más… y por nada.
Y por lo que vemos, se seguirá haciendo, pues el alcalde de marras ni siquiera sugirió en sus respuestas que mandaría a checar o a investigar, o vaya, como el Secretario en el asunto del bebé, que por lo menos integraría una Comisión que investigara sobre el caso.
Tomás no ve más allá de su quincena. Si no muestra el más mínimo interés por la seguridad (o la inseguridad), menos por el cuidado de los recursos que son del pueblo… Si le roban el cinco por ciento de los recursos destinados a combustible, ese mismo porcentaje dedica a obras… será conocido en el futuro mediato, como “el alcalde del 5 por ciento”, con todo lo que esto implica…
También me dijo el discreto de Jaime que, mientras la Comisión investigaba, los funcionarios de mayor rango municipal se turnaron para cuidar del bebé… Cuando le tocó al alcalde los demás descansaron, pero al término del turno, fue el Director de Obras a recoger al bebé, pues le tocaba cuidarlo…
– Tomás, dame el bebé. Le dijo.
– Espera a que llore. Contestó el alcalde…
– ¿A que llore?. ¿Por qué?
– ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Porque no lo encuentro!!!!!!!
Así, como cuida nuestros recursos, así cuidó al bebé…
Finalmente lloró el bebé y se lo entregó al de Obras, no sin antes preguntarle sobre Rigoberto, el Director de Desarrollo, al cual no había visto en algunos días:
•¿Qué sabes de Rigoberto?
•Pues mira Tomás, me dicen que a pesar de las presiones y todas las menciones de El Buen Tono en su contra, él se encuentra como pez en el agua…
•¿Pues qué hace?
•Nada…
Y en ese momento llegó el Director de Desarrollo (ya eran las dos de la tarde, así que ya le tocaba llegar), al cual saludó con una pregunta:
– Oye Rigoberto, este es el cuarto día que llegas tarde esta semana. ¿Qué conclusión sacas de esto?
– Que hoy es jueves, Tomás…
– Pero Rigo, ya es más de mediodía…
– Sí Tomás, es que soy tan buena persona que no madrugo para que Dios ayude a otro.
El bueno de Rigoberto se alejó rumbo a su oficina, y alcanzó a escuchar que dos secretarias conversaban: “Pues ahora tengo que tener mucho cuidado con quedarme embarazada”.
– ¡Pero si me dijiste que tu marido se ha hecho la vasectomía!
– Pues por eso…


