

FESTEJANDO A LA CATRINA
Como cada año, la fiesta de Todos los Santos en México se pintó de colores y se aderezó con los olores y sabores de los manjares terrestres porque celebrar a La Catrina no tiene porque ser algo triste –aunque los acontecimientos actuales la nublen- pues es parte de la cultura viva de los mexicanos. Las ofrendas en los altares, las danzas, los relatos, los rezos y demás rituales, demuestran que el país está vivo y los vivos tienen un interés puntual de preservar y defender esa herencia cultural ante la intención de ser sustituida por costumbres extrajeras como el Halloween.
En nuestras fiestas los muertos no asesinan ni mutilan ni persiguen ni enloquecen ni incitan al suicidio como en Gringolandia con su Halloween. Al contrario, son los nuestros que se adelantaron pero que cada año regresan a visitar a sus familiares. Es la ilusión del recuentro, de un momento fugaz de felicidad y por eso la muerte no es el enemigo oscuro y dañino sino un personaje divertido que cada año se lleva a muchos pero también cada año los deja regresar por unas horas para ese encuentro mágico.
Acá las calabazas no se desperdician perforándolas para dibujarles rostros macabros sino que se convierten en postres –la calabaza en dulce-que se ofrecen a las almas como ofrenda pero que al final los vivos se lo degustan. En la fiesta mexicana no hay maniáticos encapuchados con hachas descuartizadoras sino alegres calacas bailarinas y calaveras de azúcar que enseñan los dientes. Los muertos espantan, sí, pero en leyendas y a la vez divierten. Es la suavidad de festejar a una vieja amiga, la muerte, tan cercana a los hombres como la vida misma.
Bien por los que en México y en el extranjero festejaron el Día de Muertos. En París, la comunidad mexicana organizó “La Fête des Morts” (La fiesta de los muertos) con un altar de ofrendas en la iglesia Saint Merry, localizada en Châtelet, uno de los barrios más populares de la Ciudad Luz y posteriormente se realizó un concierto de música prehispánica denominado “La miras de la muerte” así como un desfile de Catrinas. Claro, sin faltar los platos mexicanos acompañados de los infaltables tequilas y mezcales.
NO SE JUNTA CON
LA CHUSMA
La incongruencia en dos patas, dirían los viejos en el pueblo. El jefe de Gobierno en el Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera fue intervenido del corazón el viernes pasado a causa de una arritmia cardiaca. La operación fue exitosa aunque todavía deberá guardar reposo algunos días, informó el gobierno capitalino en un comunicado. Lo interesante de esta información es que el funcionario de supuesta militancia de izquierda optó por un nosocomio exclusivo y no por los servicios de salud pública.
Fue intervenido en el hospital ABC uno de los más caros del país y donde acude la élite política y empresarial. Una noche en el hospital ABC cuesta entre 8 mil y 15 mil pesos y la operación de ese tipo arriba de los cien mil pesos. ¿Por qué no fue a un hospital dependiente de la Secretaría de Salud o alguna clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) o del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE)?, y ¿por qué no hizo uso del Seguro Popular el cual sufren todos los capitalinos de escasos
recursos?.
La opción médica de Mancera demuestra que no se junta con la chusma –aunque sea ésta la que pague su elevado sueldo- y que hasta en el PRD ha clases. Por cierto, Mancera ha perdido bonos como gobernante capitalino pues en otras circunstancias, su afección cardiaca hubiera desatado especulaciones futuristas. En los últimos años, ser jefe del Gobierno de la Ciudad de México es convertirse automáticamente en un aspirante a la candidatura presidencial. Nada sucedió porque el gobernante defeño está desgastado.
Su cercanía al gobierno del priísta Enrique Peña Nieto, su política de represión contra las movilizaciones populares y sus medidas de corte neoliberal que perjudican a los más pobres hacen que una postulación para el 2018 se ve irreal. Es más, hay especulaciones de que el Distrito Federal será ganado por el priísmo porque Mancera ya pactó con el copetón de Los Pinos entregarle el control de la capital del país que desde 1997 está en manos de Sol Azteca. Así, su hospitalización e intervención quirúrgica solo fue una nota de relleno en la prensa
nacional.
¿Y EL BLINDAJE?
El sábado pasado, a plena vendimia de Todos los Santos y a la luz del día fue ejecutado Néstor Abril Morás, vendedor del mercado Revolución y hermano Celso Abril, uno de los líderes de locatarios. Un sicario llegó y le disparó en el rostro, provocando el pánico de vendedores y clientes. Tranquilamente el sujeto cometió el crimen y huyó sin contratiempo. ¿Y la “policía de proximidad”?, ¿y los agentes del Mando Único Policial?, ¿y los gendarmes del operativo “Blindaje Córdoba”?, ¿y los cien efectivos de la Fuerza Civil que anunciaron el jueves de la semana pasada?. Todo es una tomadura de pelo y los cordobeses están en la indefensión total.
