


Sucedió lo que tenía que pasar: veracruzanos hastiados por la inseguridad y la inacción de las corporaciones policiacas hicieron justicia por mano propia.
El fin de semana en el fraccionamiento Valente Díaz del puerto de Veracruz un grupo de vecinos vigilantes linchó a un hombre al que señalaron como presunto extorsionador y plagiario.
La turbamulta lo atrapó y lo golpeó hasta morir. Después ataron el cadáver a un poste de energía eléctrica y le colgaron un letrero con la leyenda “Por pendejo y secuestrador
me hicieron esto”.
Ahí lo dejaron como escarmiento público, como ejemplo de lo que le harán a cualquier otro malandrín que logren atrapar.
Se supo que el presunto delincuente es un mecánico automotriz de nombre Edilberto Ambriz Chávez que vivía en otro fraccionamiento porteño. Hay versiones que apuntan a que fue “confundido” con un secuestrador y es una víctima inocente aunque los lugareños sostienen que fue identificado como tal y por eso lo
escarmentaron.
Ahora tendrán que venir las indagatorias para determinar
la verdad.
Sin embargo el hecho ahí está y en Veracruz no se recuerda un acto similar desde hace casi veinte años cuando los habitantes del ejido Tatahuicapan, en el municipio de Playa Vicente, al sur de Veracruz, lincharon a un violador el 31 de
agosto de 1996.
En esa ocasión un joven de nombre Rodolfo Soler Hernández fue atrapado por los habitantes indígenas del lugar tras haber violado y asesinado a la señora Ana María Borromeo
Robles de 46 años.
No fue un linchamiento común sino organizado porque estuvo acompañado de un “juicio popular” que hicieron los lugareños quienes se rehusaron a entregar al detenido a las autoridades de las que
desconfiaban.
La experiencia dictaba que la policía y los agentes del ministerio público protegían a los criminales –vaya coincidencia pues actualmente se piensa lo mismo- y decidieron enjuiciarlo y ejecutar allí mismo la sentencia.
Hay documentada un acta que levantaron los principales del poblado, es decir el agente municipal, el comisariado ejidal y el juez auxiliar de paz que intentaron, sin éxito, convencer a la muchedumbre de poner al detenido bajo custodia de las
autoridades judiciales.
La turbamulta se negó al grito de “¡No lo vamos a entregar porque este reo ha sido encarcelado más de tres veces y no lo castigan porque las autoridades se dejan sobornar por unos cuantos pesos!”.
“¡No, nosotros vamos a hacer justicia!”, sentenció la multitud y
lo cumplió.
Tras golpear al joven hasta dejarlo inconsciente, lo amarraron a un árbol de encino, le rociaron gasolina y le encendieron fuego.
Ahí lo dejaron en la agonía unos 40 minutos hasta que murió por
las quemaduras.
“El pueblo hizo justicia para ejemplo de los demás ciudadanos y que nuestro gobierno tenga más cuidado con estas personas peligrosas”, concluye el acta levantada por los representantes comunales de Tatahuicapan, misma que se dio a conocer
días después.
El linchamiento de 1996 se convirtió en noticia nacional e internacional porque alguien lo grabó en video y fue difundido por
una televisora.
A la distancia hay componentes similares entre el caso de Tatahuicapan y el de la colonia Valente Díaz Ambos casos son consecuencia de hartazgo popular por la impunidad que gozan los maleantes ya que el sistema de procuración de justicia en Veracruz parece que los protege y también por la inacción de las corporaciones policiacas que están más ocupadas de perseguir a ciudadanos que por combatir a los criminales.
La fuente ovejuna, como la llama el dramaturgo español Lope de Vega a la turbamulta enfurecida que hace justicia por cuenta propia, regresó
a Veracruz.
Nadie debe sorprenderse porque es lo que se esperaba ante una autoridad fallida y ausente. Los veracruzanos están solos frente a la ola de violencia que castiga a toda la entidad.
Es el primer caso pero no será el último, no hay que olvidar que ya hay guardias comunitarias o vecinos vigilantes que operan en otras colonias y comunidades rurales de Veracruz, Tlalixcoyan, Jalapa, Las Choapas, Zongolica, Córdoba y
otros municipios.
La justicia por mano propia: los linchamientos si atrapan al delincuente o en su caso, el enfrentamiento armado contra los criminales como sucede ya en Michoacán y Guerrero, es la ruta a la que se obligó al pueblo por el vacío
de autoridad.
Es lo que se advirtió desde hace tiempo y es lo que está sucediendo.
EN PILOTO AUTOM¡TICO
El linchamiento en el puerto de Veracruz agarró desprevenidos a los funcionarios estatales y municipales que andan de vacaciones. El propio gobernante en turno Javier Duarte está en el extranjero, dicen que en Miami, Estados Unidos, desde hace varios días.
Dejó encendido el “piloto automático” para que Veracruz se gobierne solo. También el alcalde porteño, Ramón Poo Ulibarri que está igualmente de asueto en el extranjero –algunos columnistas dicen que se fue con Duarte de Ochoa y otros eminentes funcionarios y adinerados de la entidad a bordo de un avión propiedad de un empresario cordobés-.
De vacaciones también anda el procurador Luis Ángel Bravo y el mismo secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita.
Entonces ni a quién recurrir cuando sucede estas cosas. Los veracruzanos están solos y solos deben resolver sus problemas.
Tal vez no compraron perros ni candados como sugirió el defeño Bermúdez Zurita pero echaron mano de lo más práctico: integraron su propia policía vecinal y propinaron el castigo al delincuente.
¿Qué dirán esos funcionarios vacacionistas ahora que se vean obligados a interrumpir su descanso navideño por el incidente en la Valente Díaz?.
Todos andan de fiesta. No hay que olvidar tampoco que la semana pasada el procurador Bravo Contreras dejó plantados a familiares de personas desaparecidas que habían gestionado una reunión con
el funcionario.
Bravo Contreras decidió irse a una posada a brindar con bebidas espirituosas –hasta un espectáculo dio en un conocido bar de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río- que atender a las personas que buscan a sus parientes secuestrados. Esos son los funcionarios duartistas, ebrios de poder
y banalidad.
ENOJOS DE FIN DE AÑO
El linchamiento de la colonia Valente Díaz por supuesto que indigna a la opinión pública no por la acción popular de castigar al delincuente sino porque refleja el fracaso del gobierno para combatir la delincuencia y es, a su vez, unió de muchos casos que han provocado la indignación ciudadana en los últimos días, que tientan la paciencia del pueblo por tanta desfachatez.
Hay otros como los insultantes aguinaldos de funcionarios estatales y federales así como de los diputados cuando no hay dinero para pagar becas, pensiones ni medicamentos en hospitales.
También enojan las vacaciones en el emirato de Dubai que presume en las redes sociales Ruth Callejas Roldan, hija del cacique magisterial y coordinador de los diputados priístas en Veracruz Juan Nicolás Callejas.
Hasta donde se sabe, la hija del legislador priísta se hospeda en un hotel de cinco estrellas donde la noche cuesta no menos de 25 mil pesos, el salario mensual de varios maestros rurales.
A nivel nacional está el caso del automóvil Porsche Cayman con un valor de un millón 440 mil pesos que el coordinador de la Región Sur del Infonavit, el priísta Heliodoro Carlos Díaz Escárraga, regaló a su hijo Heliodoro Díaz Aguirre, también funcionario de Liconsa, como presente de Navidad.
Estos tipos presumieron el coche en las redes sociales mientras el pueblo se muere de hambre.
La deducción es simple, un sueldo de un funcionario de ese nivel no alcanza para pagar un vehículo de ese nivel, y todo apunta a que es parte del latrocinio que comenten con el erario público. El caso no está alejado de Veracruz pues el jefe de Díaz Aguirre en el Infonavit es Alejandro Murat, hijo del exgobernador de Oaxaca, José Murat, actual asesor del gobierno veracruzano que mensualmente cobra 1.2 millones de pesos por aconsejar a Duarte de Ochoa para cometer puras pifias. A ese si le da para comprarse un Porsche cada mes pues lo pagan los veracruzanos.
Y ya ni se diga los casos que coronan la paciencia de los mexicanos que son las casas de lujo que el grupo empresarial Higa entregó a Angélica Rivera, esposa del copetón Enrique Peña Nieto y a Luis Videgaray, el secretario de Hacienda y Crédito Público en un franco conflicto de intereses y una especie de soborno para ganar contratos multimillonarios de obra pública.
Todos esos son los enojos de fin de año pues la mayoría de los mexicanos a duras penas pagará una cena mientras que la clase política vive como si fueran parte de un sultanato.
Por cierto a nivel nacional ya está de moda la “Peñata”, una piñata del copetón Enrique Peña Nieto que causa furor entre la población porque es una especie de tratamiento sicológico, de catarsis, es decir, la gente la compra y le pega con el palo para desquitarse por todo lo que ha hecho.
Es un linchamiento virtual, pues. Y como el enojo popular es grande, también deberían crear las “Duarñatas” y las “Fideñatas” aunque a estas habrá que apalearlas y después quemarlas pues no se merecen menos por todo lo que ese par ha hecho contra los veracruzanos.

