

¿Y EL SALVAVIDAS?
Los jalapeños se despertaron ayer con un estruendo que les materializó por un momento el miedo más profundo que los invade en estos días: la violencia. Una fuga de gas doméstico en una carnicería del popular barrio El Dique, no distante del zócalo, generó la conflagración que destruyó el local y afectó varias viviendas a su alrededor además de provocar la muerte a un joven y
herir a muchos vecinos.
El destino a veces juega y hace reproducción a capricho porque hace algunos días ocurrió una explosión relacionada con gas
en el Distrito Federal.
Un carro-cisterna que abastecía de gas al Hospital Materno-Infantil de Cuajimalpa estalló dejando un saldo de tres fallidos y más de 70 heridos, además del desastre material. Ayer, le tocó a la capital del estado. En otro tiempo, ese estallido y sacudida de los edificios por la explosión de gas hubiera hecho pensar a los lugareños que se trataba de un terremoto u otro imponderable pero los vecinos pensaron que era una bomba, que habían arrojado alguna granada producto de un enfrentamiento de bandas criminales que han hecho de Jalapa uno de sus centros de operación.
Son los días aciagos que viven los jalapeños que tienen como referencia a la ola de violencia e inseguridad que los castiga. Es el sentir popular marcado por la zozobra que se vive a diario.
Además del joven fallecido, los heridos, los daños a las viviendas y el susto a los habitantes del lugar, el otro punto negativo del suceso es comprobar que los jalapeños de ese punto
son malos vecinos.
¿Por qué?. Porque el accidente hizo descubrir el cadáver de una mujer de 70 años que vivía en una casa de allí y que murió hace dos meses en la sala de su vivienda sin que nadie notara su
ausencia en el barrio.
No hubo un vecino que se preocupara porque dejaron de verla. Nadie fue a visitarla, nadie fue a tocar su puerta. Ninguno preguntó sobre su paradero.
Murió sola y ni siquiera el mal olor que habría provocado el cuerpo en descomposición hizo que algún vecino se alertara. Eso demuestra que la tradicional “vecindad” –es decir, el compañerismo que se construye por el convivir cotidiano en un cierto lugar aunque se tengan diferencias e incluso malquerencias-, lo perdieron totalmente estos jalapeños.
Nadie se preocupó por la anciana que dejó de salir de su casa. Eso si es mala leche entre los habitantes de El Dique que tienen fama de persignados.
Pero regresando al punto de la conflagración, el accidente ocurrió, para mala suerte del gobierno estatal, cuando la Secretaría de Protección Civil está acéfala desde hace 24 días, pues la actopeña Nohemí Guzmán Lagunes renunció a la misma el 6 de enero pasado para irse como precandidata del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la diputación en el
distrito de Coatepec.
Desde entonces, la dependencia tiene como encargado de despacho a Ricardo Maza León.
No es que la señora Guzmán Lagunes sea muy docta en los asuntos de protección civil –al contrario, era una coleccionista de pifias como casi la mayoría de los integrantes del gabinete estatal- pero el hecho de que no haya un titular de esa Secretaría que debería ser una de las más importantes en el organigrama estatal, pues Veracruz ha sido golpeado en los últimos años con fenómenos naturales que han dejado una estela de afectación, demuestra el poco interés por la
salvaguarda ciudadana.
El nombramiento del secretario de Protección Civil se ha retardado no porque no se encuentre a la persona ideal o un experto en el área, sino porque el cargo es un botín político, una moneda de cambio. Hasta el momento se siguen barajando nombres de candidatos a ocuparlo en base a los cálculos para ganar lealtades o pagar favores políticos.
A eso está reducida la dependencia y el cargo es para acomodar consentidos, compadres, recomendados, parientes o enemigos comprados. Que haya o no un salvavidas es lo de menos.
BUEYES Y TOROS
En Tlacoltapan se desplomó el helicóptero mosca del empresario radiofónico Félix Malpica quien salió ileso del accidente –¡ le debe una manda a la Virgen de la Candelaria!-, fue una de las noticias inauditas del festejo en la llamada Perla del Papalopan donde también ayer se realizó el tradicional embalse de los toros que cada año tiñe de rojo el homenaje a la
Señora de las Candelas.
La otra noticia fue la agresión de los alcoholizados contra activistas que protestaron por el maltrato a los toros que se dio aunque esta vez no los cruzaron nadando el río sino en una balsa metálica aunque eso no cambió las cosas.
Impiden que los semovientes se inflen de agua pero de todos modos los sueltan a la turba alcoholizada y drogada que los persigue, golpea y atosiga. Son toros de corral los ponen a disposición de los enloquecidos y lo que deberían de hacer es soltar toros de lidia para ver si los bueyes que los torturan se atreven a hacerlo.
Ni la fiesta religiosa en honor a la milagrosa señora ni el contexto cultural de una de las ciudades más bellas del Golfo de México necesita un espectáculo grotesco y sanguinario. Argumentar que es una cuestión cultura el torturar a los toros es
sencillamente estúpido.
También es ridículo que se disponga de la policía montada para cuidar a los bovinos de la turba intoxicada. ¿Qué tienen que hacer los policías cuidando unos animales?. No es porque los toros no lo merezcan que los protejan de sus agresores sino porque los agentes deben estar para combatir el crimen, perseguir a los delincuentes y proteger
a la ciudadanía.
¿No es más sencillo suspender el encierro taurino y no distraer recursos que se necesitan en otra parte?. Se insiste, unos toros de lidia pondrían en su lugar a los bueyes que van a Tlacotalpan en busca cometer salvajadas.
Imbécil es también – ojo, los términos estúpido e imbécil no son ofensas sino descripciones- argumentar que en ese espectáculo “se cuida al toro” y “se protege su integridad física” como se lee en los boletines oficiales pues si de verdad lo hicieran, dejarían en paz a los animales en sus establos o sus
campos de pastoreo.
Es la incongruencia pura porque hay veracruzanos que se regocijan con la violencia contra otro ser vivo, este caso los toros, pero se quejan por la violencia que azota a la entidad y que a diario cobra victimas, algunas ellos mismos o sus allegados.
¿Con qué conciencia le rezarán a la Virgen de la Candelaria para que los proteja de esos que los persiguen, torturan, hieren y asesinan?.
EL NACO Y LOS POPIS
La elección del candidato del Partido Acción Nacional (PAN) a la diputación federal por el distrito de Córdoba se volvió un revoltijo. Dos de los tres precandidatos inscritos renunciaron por supuestas presiones tanto externas como internas del blanquiazul –Lilia Angélica Torres y Marisol Arroniz de la Huerta- y el único que quedó para asumir la designación es el exalcalde de Ixtaczoquitlán, Antonio Pérez Vian, pero éste denuncia que también lo quieren “bajar del caballo”.
Y le pone nombre a los complotados en su contra: los diputados federales Juan Bueno Torio y Víctor Serralde Martínez –o como en realidad se llame- a los que acusa de armar una “guerra sucia” en su contra y les exige que “saquen las manos” del proceso interno si se quiere conservar la unidad panista.
Es más, advierte que recurrirá a una impugnación legal –dice que ya tiene listos los abogados- si le quitan la nominación distrital para imponer a un abanderado a modo por dedazo. En la Cuenca del Papalopan dirían que Pérez Vian ya se “achantó”, es decir, se subió a “su macho” y de ahí nadie lo moverá.
Pero el zoquiteco no anda errado porque es verdad que ese par no lo ve con buenos ojos y lo que se comenta en los merenderos panistas de la Ciudad de los Treinta Caballeros es que no quieren a Pérez Vian por varios motivos: no es cordobés, no está ligado con la clase empresarial y su candidatura representaría el riesgo de una derrota porque se perfila como un candidato poco conocido frente al fortinense Marco Antonio Aguilar Yunes,
abanderado del tricolor.
En esto último podrían tener razón pues Pérez Vian no ha estado expuesto al templete mediático en los últimos años a diferencia del exsecretario del Trabajo.
Es verdad que Acción Nacional tiene perspectivas de triunfo en el distrito de Córdoba porque el PRI trae tendencias negativas en la preferencia ciudadana por el desempeño de los últimos alcaldes –Juan Lavín y Francisco Portilla- así como del gobierno estatal pero el candidato del PRI, según la leyenda, arrojará carretadas para ganar y entonces los panistas deben asegurar un abanderado conocido para contrarrestar el efecto de los billetazos.
A eso se adiciona que el desempeño del alcalde Tomás Ríos Bernal en su primer año ha sido desastroso y eso podría jugar en contra en los comicios venideros. He ahí
un riesgo real.
Ambos legisladores, Bueno y Serrralde maniobran para que desde el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) se elija a otro candidato, lo malo son los nombres que se mencionan: el mismo Ríos Bernal, lo que también jugaría en contra del panismo porque lo verían como un “chapulín” que salta de cargo en cargo, y el exdiptuado federal, Mauricio Duck, lo que es un riesgo potencial ya que algunos predicen que sería capaz de declinar ¡¡a favor del priísta Aguilar Yunes!!.
O sea, Duck no es confiable, es el sentir de las mayorías pese a que en las dos elecciones en las que participó, por la diputación federal y la local, las ganó sin
problema en el pasado.
Finalmente eso de que Pérez Vian no forma parte de la élite cordobesa y es muy “naco” como lo han expresado en los círculos “popis-panistas” de la localidad es un argumento torpe en política pero creíble que lo hayan dicho.
Es posible que lo haya expresado Juan Bueno Torio, nacido en pañales de seda y acostumbrado a la vida fácil y al oropel pero en el caso de Víctor Serralde – o como se llame- simplemente se aplicaría el viejo refrán de que: el comal le dijo a la olla. ¿No creen?.
