
De la Redacción
El Buen Tono
Córdoba.- Mientras se presentan como defensores del “pueblo pobre”, los líderes del Movimiento Antorchista siguen operando su maquinaria de recaudación con el viejo pretexto de la colecta pública. En días pasados, volvieron a tomar las calles de Córdoba, Fortín, Cuitláhuac y Paso del Macho, supuestamente para financiar “gestiones sociales” y “actividades culturales”. Pero lo que no dicen es que este sistema de boteo no tiene ningún tipo de fiscalización, ni garantiza que los recursos lleguen a quienes dicen defender.
La historia lo ha demostrado: detrás de las lonas rojas y los discursos populistas, Antorcha Campesina es una organización que ha hecho del chantaje y la manipulación un modo de vida, operando como un partido político sin registro, pero con recursos millonarios que jamás transparentan.
Bajo el disfraz de independencia política, usan al pueblo como pretexto para alimentar un aparato que les da poder, dinero y control territorial. Las “colectas” sirven para justificar ingresos sin rendición de cuentas, con los que sostienen campañas, movilizaciones y estructuras paralelas que responden no a las necesidades sociales, sino a los intereses de sus dirigentes.
¿Dónde va ese dinero? ¿A las colonias marginadas que dicen defender? ¿O a los bolsillos de quienes, como Samuel Aguirre Ochoa, llevan décadas lucrando con la miseria? La respuesta la conocen bien quienes han visto crecer sus propiedades, sus vehículos de lujo y su influencia política mientras los pueblos siguen igual de pobres.
Yolitza Celestino y Cecilia Tapia, representantes del movimiento, aseguran que la colecta es símbolo de autonomía. Pero autonomía no es impunidad. Si Antorcha fuera una organización transparente, rendiría cuentas y demostraría que cada peso recaudado se invierte en mejorar la vida del pueblo, pero no lo hacen. Porque no pueden.
