

AGENCIA
Chiapas, México.- Oculta entre la neblina y la vegetación exuberante de las tierras altas chiapanecas, se alza una maravilla arqueológica que reta todo lo que se conoce sobre las antiguas civilizaciones de México: La Gran Pirámide de Toniná, una imponente estructura de 75 metros de altura que supera a la famosa Pirámide del Sol en Teotihuacán.
Este majestuoso complejo prehispánico, conformado por siete plataformas escalonadas, no es solo una hazaña arquitectónica, sino un reflejo profundo de la cosmovisión maya. Cada nivel representa un estrato espiritual del universo: Desde el inframundo hasta los cielos, formando lo que muchos arqueólogos describen como una auténtica escalera al cosmos.
Toniná fue en su apogeo una poderosa ciudad-Estado, rival directa de Palenque, con la que sostuvo intensos conflictos por el control político y religioso de la región. Aunque Palenque es ampliamente conocida, Toniná permanece como un gigante olvidado, pese a poseer la estructura más alta de la Mesoamérica antigua.
Los arqueólogos señalan que esta pirámide no fue un edificio único, sino una montaña artificial integrada por templos, recintos sagrados y palacios construidos de forma ascendente sobre una loma natural, conformando así una de las ciudades verticales más sofisticadas del mundo precolombino.
Visitar Toniná es adentrarse en un sitio donde los ecos de los antiguos rituales parecen seguir vivos. Desde la base de la pirámide, se puede contemplar no solo su colosal tamaño, sino también el legado espiritual que representa, labrado en piedra por los mayas durante siglos.
El redescubrimiento de la magnitud de Toniná invita a reflexionar sobre los muchos secretos que aún podrían ocultarse bajo la selva mexicana, y plantea la pregunta: ¿Qué otros monumentos olvidados esperan revelar su historia?

