

Agencias
CDMX.- Entre todos los efectos nocivos del alcohol en el organismo, su impacto en el hígado es uno de los más conocidos y peligrosos. Este órgano vital cumple funciones esenciales, como filtrar la sangre, eliminar toxinas, producir proteínas, almacenar energía y facilitar la digestión. Sin embargo, también es el más afectado cuando se consume alcohol en exceso.
El doctor Geoffrey Block, hepatólogo de la Universidad de Arizona (EE. UU.), explica que el hígado procesa el alcohol para eliminarlo del cuerpo, pero el consumo crónico puede sobrecargarlo, causando inflamación, acumulación de grasa y muerte celular. “Esto provoca cicatrización (fibrosis), altera la función hepática y aumenta la presión arterial en el hígado. Con el tiempo, puede llevar a su fallo”, advierte. Si no se controla, el daño puede avanzar hasta una insuficiencia hepática, cuya única cura en muchos casos es un trasplante, según la Clínica Mayo.
El daño hepático inducido por el alcohol no ocurre de forma repentina, sino que progresa gradualmente y, en muchos casos, sin síntomas iniciales evidentes. Las principales enfermedades asociadas son la enfermedad del hígado graso alcohólico, que se produce por la acumulación de grasa en el hígado y es reversible si se detecta a tiempo; la hepatitis alcohólica, una inflamación grave que puede causar ictericia, dolor abdominal y náuseas, requiriendo atención médica inmediata; y la cirrosis, la fase más avanzada del daño hepático, en la que el tejido cicatricial reemplaza al tejido sano y puede llevar a insuficiencia hepática o cáncer.
Los síntomas iniciales pueden ser sutiles, pero con el tiempo se hacen más evidentes. Entre ellos destacan la fatiga persistente, debilidad muscular, dolor o hinchazón en la parte superior derecha del abdomen, ictericia (coloración amarillenta de piel y ojos), manchas rojas en el pecho (angiomas en araña), orina oscura, vómitos con sangre o heces negras (indicativos de hemorragias internas), pérdida de apetito, náuseas, confusión y deterioro cognitivo.
